VI PRINCIPIO DE AMERICANISMO
El Americanismo -de magros
resultados positivos hasta ahora- enraíza con los movimientos emancipadores y, conceptualmente, promueve
una América entrelazada por acuerdos que reconozcan o impulsen los intereses
regionales; que posibiliten el traslado de personas y mercaderías como si fuera
un solo país; que constituya un bloque en las relaciones internacionales con
Estados no americanos; que impele el desarrollo cultural, económico y política;
que extirpe todo residuo de coloniaje, que la modernización llegue incorporando
los avances técnicos sin destruir las costumbres y las tradiciones autóctonas;
que conjugue lo mejor que venga de Europa con lo rescatable de la civilización
indígena; que desarrolle una manera de vida internacional sin odios, sin
enfrentamientos, nutrida de comprensión y tolerancia; que haga de un americano
amigo de otro americano, todo en pos de una confederación de países con la
característica de conservar las respectivas soberanías.
La doctrina de la U.C.R. recepta cabalmente estas aspiraciones y tuvo
en Hipólito Yrigoyen un excelente
aplicador.
Uno de sus primeros actos de gobierno fue denunciar el Tratado del
A.B.C., suscripto con Brasil y Chile, afirmando que “Yo no puedo aceptar eso
que coloca a tres naciones en un plano superior a los demás. Eso no es justicia
ni garantía de paz. Las nacionalidades que se quedan en la puerta han de sentir
es escozor de la exclusión. Ningún pueblo se considera menos que otro, y establecer
la diferencia es ofender. No me extrañaría que esa fórmula fuese expresión de
alguien que no quiere dividir”.
Don Hipólito veía bajo es agua porque el inspirador del Tratado Estados
Unidos de América que venía de dar otro zarpazo sobre México y eran muy tensas
sus relaciones con Japón. Procuraba morigerar la indignación de los latinos
americanos uniendo las tres naciones mejor organizadas de Sudamérica Argentina Brasil
Y Chile, mediante un Tratado que les daría potencialidad hegemónica. Antes que
fuera ratificado, Yrigoyen lo desbarató.
En cambio, convocó a un Congreso Continental de Neutrales a reunirse en
Buenos Aires, en 1917, para evitar que fueran conminadas a intervenir en la
guerra. El intento fracasó por la presión estadounidense, cuyo embajador
comentaba con desparpajo: “El proyecto es bueno, pero no le conviene a Estados
Unidos de América"”
No intervencionismo
Las naciones independientes son titulares de los derechos que rigen su
ordenamiento interno, lo que representa que ninguna otra nación puede
inmiscuirse quebrando esa libre organización. El Americanismo calificó ese
derecho como principio de No Intervención, que repudia sus tres posibilidades:
Invasión territorial, Cobro compulsivo de deudas, y Coloniaje.
En América la Invasión territorial se dio en dos formas: ocupación de
territorios como ánimo de anexarlos (Estados Unidos apoderándose de casi la
mitad de México) o permanencia transitoria (también Estados Unidos en
Nicaragua, República dominicana, etc.).
Infringiendo el principio de No Intervención, Estados Unidos invadió la
República Dominicana, depuso a sus autoridades destituyéndolas por
estadounidenses y reemplazó la bandera dominicana por la del Invasor. Por ese
entonces falleció el poeta mexicano Amado Nervo, representante diplomático en
Uruguay y Argentina, cuyos restos se trasladaron a México en el Crucero
“Uruguay” escoltado por el argentino “9 de Julio”. Al regresar, el Comandante
tenía instrucciones de hacer visita de cortesía a algunos países, pero dada la
situación dominicana consultó si correspondía hacerlo y en caso afirmativo a
qué bandera rendir homenaje. Defendiendo
el principio de No Intervención, Yrigoyen fue terminante: “Orden al Comandante
del Crucero “9 de julio”: Id y saludad al pabellón dominicano”.
La República Oriental del Uruguay tuvo su sofocón durante la guerra de
1914. En los Estados de Río Grande y Santa Catalina, en el sur del Brasil, hubo
una insurrección promovida por pobladores de origen germano para invadir al
Uruguay y tornarlo punto de apoyo para la marina alemana. En previsión, Uruguay
solicitó armamento e Yrigoyen respondió: No venderemos armas, pero si el
Uruguay es amenazado por fuerzas extranjeras, la Argentina se jugará
íntegramente en su defensa”. Otra correcta interpretación del no
intervencionismo.
Libre Determinación de los
Pueblos
Así como el intervencionismo conlleva violencia y ocupación
territorial, la Libre Determinación de
los Pueblos no implica necesariamente el ingreso de fuerzas armadas. La
libertad de discernimiento de una nación prohíbe a otros Estados inmiscuirse en
los problemas internos, aún cuando lo pidiese un sector de sus habitantes.
Yrigoyen lo aplicó cuando el presidente del Paraguay, Ayala, a quien intentaba
deponer, solicitó armas y cooperación de la Argentina. Don Hipólito se negó
porque “mi gobierno jamás interferirá en los problemas nacionales que deben ser
resueltos por ellos mismos”; ofreció, en cambio, mediar en procura de un
advenimiento entre los enfrentados.
VII PRINCIPIO DE NEUTRALIDAD Y ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL
En las instancias bélicas, los
adversarios procuran alianzas que los fortalezcan y que, contrapuestamente,
debiliten al oponente. En esos casos, la presión de los Estados poderosos sobre
los más débiles intenta imponerles la ruptura de la neutralidad y la
participación en la guerra como aliado.
Para el radicalismo, la neutralidad es la espontánea manera en que los
habitantes de una nación nacen, viven y mueren, si bien es cierto que siempre
hay un lugar en la tierra donde los humanos están combatiendo. La neutralidad
es innata a los pueblos. Hipólito Yrigoyen sentenciaba que “la paz es el estado
normal de las naciones. Todo pueblo, todo grupo de pueblo hermanos, tiene la
obligación de mantener la paz y resguardarla. La desesperación de los gobiernos
sin juicio propio, por declara la neutralidad frente a conflictos que a lo
nacional no afectan, procede de que, desde lo más íntimo, los mueve un espíritu
de dependencia, un espíritu rendido de antemano, o bien por intereses, o bien
por una idea, o sentimiento de inferioridad, fruto de un tipo de política sin
fe ni principios”.
La Argentina en la guerra del ´14 hizo reiteración principista de su
doctrina de la Neutralidad. Cuando Alemania anunció el bloqueo en las
proximidades de Inglaterra, Francia e Italia y que la navegación de los barcos
neutrales sería a su riesgo, Yrigoyen contestó que “ajustará su conducta, como
siempre, a los principios y normas fundamentales del Derecho Internacional”;
los barcos de bandera argentina no fueron molestados. Cuando por error
hundieron naves de nuestro pabellón reconocieron la justicia de la protesta y
al terminar la contienda el gobierno alemán desagravió a la bandera argentina.
La hegemonía suele ser antinómica de la paz; por eso la U.C.R. sostiene
los principios que hemos recordado de No Intervención y Libre determinación de
los Pueblos; repudia el Cobro Compulsivo de deudas y el Coloniaje; y esto
ensambla con la igualdad jurídica de las naciones. Esa igualdad jurídica no
obsta a que existan países rectores por su excelente grado de evolución, pero
esa rectoría debe asentarse en autoridad moral y no en actos coercitivos.
La doctrina de la U.C.R. referida a la Organización Internacional
afirma que las desavenencias no deben arrastrar a la lucha armada y sí recurrir
al arbitraje ante una Corte Internacional especialmente creada e insospechable
de parcialismo y que un organismo de esa naturaleza ha de estar integrado por
todas las naciones sin discriminación alguna. Esa tesis agrió la preponderancia
de tono omnipotente de las naciones vencedoras en la guerra de 1914.
La Argentina fue invitada a la Conferencia Privada de Neutrales y a la
Primera Asamblea General de la Liga de las Naciones convocada para el 15 de
noviembre de 1920, en la Ciudad de Ginebra. Las instrucciones que el presidente
de la Delegación, Ponorio Pueyrredón, recibió de Yrigoyen establecía como
premisa fundamental que una Liga de naciones no podía avocarse a considerar el
Orden del Día sin declarar como previo y especial pronunciamiento, que serían
admitidos todos los Estados soberanos que desearan hacerlo. Si esto no se
aceptaba, la Argentina debía retirarse.
Nuestro país llegaba a la Asamblea con indiscutida autoridad moral por
las firmes actitudes de Yrigoyen, de allí que se accedió a que Pueyrredón
expusiera con anticipación al tratamiento del temario. Este, al entrar en lo
medular del discurso destacó que la República Argentina consideraba esencial la
participación de todos los Estados soberanos reconocidos por la comunidad,
salvo que se negaran a incorporarse; que se creara una Corte Permanente de
Justicia Internacional porque si falta “la justicia, ningún país podrá ser
libre desde el punto de vista internacional”
Pueyrredón metía el dedo en la llaga porque el propósito de los
triunfadores era eliminar a los derrotados y asegurarse el predominio mundial
por siempre jamás. El pedido se rechazó y nuestra Delegación, acorde con el
mandato recibido, se retiró.
La Argentina asumió una función agorera, al par que reveladora de la
lucidez con matiz visionario de Yrigoyen. En ese 1920 la Argentina se alejó
anunciando la inviabilidad de un organismo internacional que no estaba
inspirado en el bien común de todas las naciones y todos los pueblos de la
tierra. Y en 1939, Europa primero y el mundo entero después, estaban
destrozándose. No alcanzó a 20 años la paz prometida por ese desequilibrado
convenio ginebrino.
NEGLIGENCIA DOCTRINARIA
La deserción doctrinaria destiñe
su contenido dogmático, desdibujando la personalidad del radicalismo.
Hipólito Yrigoyen intuyó que eso pudiera ocurrir con el transcurso de
los años y predicó que “Si la U.C.R. cayera en el error de confundirse con el
medio imperante, tendría que convocarse nuevamente a la voluntad nacional
porque se habría falseado su misión histórica y perdido su carácter político.
Sería menester condensar nuevas fuerzas para continuar la lucha cada vez más
dificultosa, porque a los males previstos y conocidos se habría agregado esta
tremenda apostasía a su fe. Y no hay drama más siniestro que la pérdida de la
fe de un pueblo”.
La defección doctrinaria se patentiza ostensiblemente en la búsqueda de
acuerdos preelectorales que constituye un alzamiento contra el Antiacuerdismo
que es esencia de la Doctrina de la U.C.R.
Comenzó la abjuración introduciendo ciudadanos no radicales en nuestras
Listas, prosiguió con la presencia extrapartidaria nada menos que en la fórmula
de candidatos para presidir la Nación, se sumó la concomitancia con otras
fuerzas políticas para trepar a cargos
electivos olvidando el supremo mensaje de Yrigoyen “Que se pierdan mil gobiernos
pero que se salven los principios” y culminó con un amasijo de tendencias
políticas diversas para elevar a Gobernador a un afiliado a nuestro partido que
anunció, jactanciosamente y como blasón, que prescindiría de los radicales en
su función como gobernante.
Quizá convenga rememorar el famoso “Tu quoque juventus. Todos en
tropel” de Francisco Barroetaveña, para reavivar la autenticidad de nuestra
conciencia radical, no sea que lleguemos a tener que remendar aquella frase con
un angustioso “Tu toque radical. Todos en tropel a la desintegración”.
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