El Gobierno reivindica a los jóvenes de las organizaciones armadas de
los '70 argumentando su compromiso colectivo. ¿Pero cómo cambió la vida de algunos
de ellos que hoy son funcionarios? Duras acusaciones de ex compañeros.
“Yo nunca los tomé como jóvenes idealistas. A pesar de haberme
enganchado en eso, me daba cuenta de que conmigo eran muy duros porque venía de
otro tipo de familia. Ellos querían lo que yo tenía, y por eso muchas veces me
maltrataban. Querían plata. No es que se metieron ahora en esa: estuvieron
siempre, pero antes con una excusa más presentable”, afirma en diálogo con
Infobae Silvina Walger, periodista y militante montonera en su juventud.
Más allá de las fuertes críticas de Walger y de las denuncias que pesan
sobre muchos de los que participaron de las organizaciones guerrilleras por los
asesinatos y las acciones violentas que cometieron, en los últimos años fueron
relegitimados por el kirchnerismo.
Las menciones a esa experiencia histórica están muy presentes en los
discursos de los dirigentes de La Cámpora y de distintos funcionarios. Hasta el
canal público Incaa TV difundió meses atrás un documental apologético con la
figura de Mario Firmenich, jefe de Montoneros: “Una película indispensable de
la resistencia que logra revivir las utopías perdidas”, decía el sitio web del
canal en su promoción del film.
Uno de los aspectos que más se destaca de esa generación de militantes
es que estaban dispuestos a morir por una causa colectiva, que los trascendía.
Un compromiso político semejante sería lo opuesto a la política llamada
“burguesa”, en la que los dirigentes sólo se preocupan por hacer carrera y
escalar posiciones.
¿Pero qué pasó con esos valores colectivos cuando la democracia se
consolidó y la generación del setenta empezó a ocupar cargos públicos?
Adaptarse a las reglas de la democracia
“Son contextos muy distintos. Por eso la adaptación resulta natural. Es
como si uno estuviera navegando en el mar hasta que llega a la costa. Pretender
continuar con la embarcación en tierra firme sería un contrasentido”, explica a
Infobae el sociólogo Marcelo Langieri, que fue un cuadro peronista en esa
época.
“No se le puede exigir al militante que proviene de esa experiencia que
ahora pretenda imponer los mismos valores, luego de que fueron derrotados.
Sería muy difícil”, agrega.
Juan Carlos Dante Gullo es uno de los ejemplos más conocidos de
dirigentes que se formaron en los sesenta, en un contexto de dictaduras y
revoluciones, y que con la consolidación de la democracia continuaron actuando
en política (Ver recuadro con la lista completa). Actualmente es legislador de
la Ciudad de Buenos Aires por el Frente para la Victoria, pero fue un referente
de la Juventud Peronista de los setenta y asesor en Asuntos de Juventud durante
la presidencia de Héctor Cámpora en 1973.
A pesar de que el contexto es muy diferente, en diálogo con Infobae,
Gullo sostiene que los valores que defiende siguen siendo los mismos. “Muchos
de nosotros generamos las condiciones para incorporarnos a fortalecer la
democracia desde un peronismo de liberación y progresista. Seguimos pensando en
términos colectivos, para que prevalezca la política por sobre cualquier forma
de personalismo o de apariencia. Apostamos a la fortaleza del partido, del
movimiento y de todas las instancias organizativas”.
Pero no todos piensan lo mismo. Un caso es el de Alcira Argumedo, que
es diputada nacional por Proyecto Sur y socióloga, y también tiene una larga
trayectoria militante. Estuvo cercana al peronismo revolucionario y fue
secretaria de Cultura de la Provincia de Buenos Aires entre 1973 y 1974.
“Hubo un cambio muy sustantivo -dice a Infobae-, que podría deberse a
una quebradura moral y al ingreso en cierto posibilismo, por el que muchos
empezaron a actuar con individualismo. La situación es un poco rara porque
participaron de casusas por las que estaban dispuestos a dar la vida y en las
que murieron o sufrieron muchísimo personas muy cercanas”.
Además de que se trata de un momento social muy diferente, una posible
explicación del cambio de conducta es que el proyecto del que participaban
terminó siendo derrotado. “Esas grandes derrotas populares luego de una
experiencia límite, tan deshumanizante, generan secuelas muy fuertes. Hay una
imposición de la idea de fracaso”, afirma Argumedo.
La política como una carrera individual
“Dante Gullo tiene una agencia de publicidad que le hace todo a La
Cámpora. Lo de Carlos Kunkel es gravísimo: más no ha podido robar. Y no puedo
ni decir la cantidad de plata con la que se quedó Nilda Garré de la época de
Carlos Menem, porque todos ellos fueron beneficiados por su Gobierno. Es gente
que no tiene escrúpulos y que se suponía que daba la vida por la patria, pero
terminó afanando. Esa es la verdad”, sentencia Walger.
Las sospechas de corrupción no son el único contraste que podría
aparecer frente una práctica política idealista. Los miembros de la generación
del setenta que hoy integran las filas del oficialismo son también criticados
por pertenecer a un Gobierno que -dicen sus críticos- lejos de resolver los
problemas colectivamente concentra las decisiones en la Presidente, y todos los
demás deben hacerle caso.
“El mensaje que pareciera darse desde la Primera Magistratura es el de
Luis XIV: ‘Después de mí, el diluvio’. ‘Soy absolutamente irremplazable’”,
asegura Argumedo.
Ante esas críticas, Gullo argumenta la gran importancia que tiene
Cristina Fernández de Kirchner para ellos. “No sólo es la Presidente, sino que
a su vez es la referencia del partido y del movimiento, y eso es muy fuerte
para nosotros. Esa condición no la va a perder Cristina. Para nosotros es una
figura muy fuerte, es la que mejor está sintetizando este momento del país, de
la región y del mundo”.
Pero Argumedo insiste con las contradicciones que tendría esa forma de
pensar con los valores defendidos en épocas pasadas. Y cita dos casos para
mostrar que no todos se transforman tan radicalmente con los años.
“Pepe Mujica tiene una historia muy pesada, pero más allá de tener una
política bastante moderada como Presidente de Uruguay, continuó con una
conducta coherente con su historia y la de su mujer, que fue dura. Lo mismo
pasa con la Presidente de Brasil, Dilma Roussef, que hasta fue torturada, y en
su lucha contra la corrupción ya ha bajado unos once ministros”.
“Son dos ejemplos que contrastan con los casos de algunos militantes
que consideraron que necesitaban cierta forma de compensación por los
sufrimientos atravesados, por haber estado presos o por alguna otra razón. Esto
les ha dado una mayor endeblez en sus definiciones y una visión más
prebendaria. Es bastante doloroso ver estas agachadas de antiguos compañeros”,
agrega.
El Gobierno y la causa de los setenta
“El kirchnerismo ha retomado discursivamente algunas cosas de la militancia
de los setenta. Pero programáticamente no tomó nada”, dice Langieri.
Según Walger, se trata de una estrategia política que resultó exitosa,
a pesar de no tener demasiado sustento. “Cristina Kirchner no se metió nunca en
nada. No tiene idea de lo que es la militancia y el sacrificio. Pero ella y su
marido aplicaron la estrategia más inteligente que yo he visto en Argentina
desde que volví del exilio. Acudieron a las culpas más grandes que tenía este
país en relación a los desaparecidos y a toda una parte de la historia que
había sido negada hasta ese momento. Y tomaron a las Madres, que se
corrompieron con una facilidad que todavía me asombra”.
“Lo que se está planteando ahora es la apropiación de una historia para
legitimar una política. Como dijo Carlos Marx: ‘La historia se repite: primero
como tragedia y después como farsa’. Acá hay mucho de farsa”, concluye
Argumedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario