“Cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se
convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a
equivocarse, que su sociedad está condenada.”
“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de
quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes
trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por
el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo
protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están
protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la
honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a
equivocarse, que su sociedad está condenada.”
En otras oportunidades he utilizado esta frase de Ayn Rand extraída de
su libro La Rebelión de Atlas, para advertir el peligroso rumbo que Argentina
estaba tomando. Hoy esta frase tiene mayor vigencia y fuerte dramatismo, porque
muchos argentinos nos damos cuenta que está sociedad está condenada al
autoritarismo por las ambiciones de poder y dinero del kirchnerismo.
Dice Ayn Rand, “cuando advierta que para producir necesita obtener
autorización de quienes no producen nada”, esta parte de la frase le cae
perfecto a Moreno, como anillo al dedo. Sus medidas intervencionistas y
autoritarias son una colección de fracasos en toda la línea. Ha fracasado en
dominar la inflación con sus controles de precios, profundizó la parálisis
económica con sus restricciones a las importaciones, perdió en toda la línea en
controlar el dólar marginal y el listado sigue. Pero no solo fracasó sino que,
como dice Ayn Rand, Moreno no produce nada, salvo trabas a los que producen y
generan riqueza. Moreno es una máquina de impedir que se basa en el abuso del
poder de la función pública para imponer normas fuera de la ley.
No queda muy atrás en la carrera de ineficiencia la presidente del
BCRA, que no para de destruir la moneda, impidiendo las transacciones de largo
plazo. Pero no conforme con no defender el valor de la moneda, ha destruido
patrimonialmente el BCRA. En definitiva, su gestión ha logrado que la economía
argentina no tenga una moneda para facilitar las transacciones. Más bien se ha
encargado de entorpecerlas con sus regulaciones.
La segunda parte de frase de Ayn Rand es perfectamente aplicable a la
Argentina kirchnerista: “cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes
trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por
el soborno y por influencias más que por el trabajo”. Quien hoy vive en
Argentina de su trabajo honesto y decente, es expoliado por el Estado con una
carga impositiva inusitada. ¿Dónde va ese dinero que genera la gente honesta?
Una parte va a la escandalosa corrupción de la obra pública. En pocos años,
desconocidos empleados de banco o choferes se transformaron en multimillonarios
empresarios de hotelería, medios de comunicación, constructores de obras
públicas, empresarios de la energía y cuánto rubro uno pueda imaginarse. Sin
tiempo para contar el dinero, directamente lo pesan.
Mientras honestos ciudadanos tienen que soportar exhaustivos controles
impositivos, otros pocos multiplican sus fortunas sin rendir ninguna cuenta de
sus actos. El ciudadano decente que vive de su trabajo no puede comprar dólares
porque el gobierno ha decidido que el que compra dólares es un antipatria, pero
otros mueven bolsones de efectivo en aviones particulares haciendo sus
operaciones cambiarias en los barrios más caros de Buenos Aires mientras
cacarean su progresismo y los logros del modelo nacional y popular con
inclusión social. Nunca se ha visto tanta desfachatez junta ni se le ha mentido
en la cara tan impunemente a la gente para esconder, detrás de un discurso
“solidario”, mientras la gente muere por inundaciones y falta de mantenimiento
en los medios de transporte. Una corrupción que ya ha llegado al punto de
transformarse en asesina.
Pero también el dinero fluye a hacia los que no trabajan. Una vez más
voy a ser políticamente incorrecto. La famosa asignación universal por hijo
(AUH), defendida por todo el arco opositor, no es más que un claro fracaso del
modelo en la creación de puestos de trabajo.
Para esconder semejante fracaso, la presidente suele afirmar que
gracias a la AUH las empresas ya no pueden explotar a la gente porque el Estado
le puso un piso al salario que deben pagar las empresas. Se ve que la
presidente recorre el país en avión y helicóptero y trata solo con gente que la
adula, porque la realidad es que quienes reciben esos planes no quieren
trabajar en blanco para no perder el subsidio. Es decir, una forma de
precarizar más el trabajo, del cual la presidente no ha tomado debida nota o se
hace que la que no lo sabe.
Pero, además, la forma de subir los ingresos de la población es con
nuevos puestos de trabajo que surgen de inversiones. Es decir, más inversiones
implican más demanda laboral y mayores salarios a pagar en la medida que va
creciendo la productividad de la economía. Como en Argentina nadie quiere
invertir por la inseguridad jurídica que ahora con la reforma laboral tiende a
infinito, no se crean puestos de trabajo y el que vive de la AUH va a seguir
dependiendo de esa dádiva del Estado. Tal vez ese sea el objetivo del proyecto
de poder hegemónico. Tener mucha gente dependiendo del puntero político para
tener un voto cautivo.
Es obvio que bajo este esquema, la sociedad tiene que entrar en
conflicto, porque la gente decente tiene que mantener a su familia, procurarse una
jubilación propia para su vejez porque el Estado no le va a dar un retiro
digno, sostener a los ineptos burócratas estatales y, además, mantener a miles
o millones de personas que no trabajan y viven de las dádivas del Estado. Es
obvio que el que es sometido a una vida casi de esclavitud para mantener a
tanta gente que no genera riqueza tiene que rebelarse en algún momento. Pero si
se rebela, entonces saltan los políticos diciendo que el tipo es un insensible
y egoísta, cuando en la realidad está siendo esclavizado por los burócratas de
turno. Hoy trabajar en blanco pagando todos los impuestos se ha transformado en
un estado de esclavitud. Somos esclavos de un grupo de personas que se ha
levantado contra el orden constitucional y nos explota cual esclavos para
mantenerse en el poder.
Tomemos ahora el último párrafo de Ayn Rand: …y que las leyes no lo
protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegido
contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se
convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a
equivocarse, que su sociedad está condenada.”
Pareciera ser que Ayn Rand, hubiese previsto en 1957, cuando se publicó
por primera vez La Rebelión de Atlas, que en Argentina, el kirchnerismo iba a
violar la Constitución para lograr impunidad. No solo para atropellar los
derechos individuales y dejar indefensa a la gente frente al Estado, sino para
que la Justicia quedara en manos del oficialismo resguardándolos de toda
investigación.
¿A quién va a proteger la reforma judicial? ¿A la gente o a los que se
apropian del fruto de trabajo de la gente?
Como dice Ayn Rand, la honradez hoy en Argentina es un autosacrificio.
Es trabajar para ser expoliado, mantener a legiones de militantes que destruyen
todo lo que tocan, a miles de personas que cómodamente prefieren recibir un
plan “social” para vivir o sobrevivir y a una legión de oportunistas que hacen
fortunas con la riqueza que genera la gente honesta. Ya sé, me van a tildar de
reaccionario, gorila y demás epítetos, pero la realidad es que este gobierno ha
terminado de destruir la cultura del trabajo y el esfuerzo personal en nombre
de la inclusión social. Un discurso que ha quedado en evidencia que solo
pretende esconder sus turbios negocios.
Para terminar, vale la pena preguntarse si, como dice Ayn Rand, la
sociedad argentina está condenada. Mi impresión es que esa decisión queda en
manos de la justicia y, para ser más preciso, en la Corte Suprema de Justicia.
Si en forma urgente y categórica la justicia no declara la inconstitucionalidad
de la reforma judicial, en lo que hace al Consejo de la Magistratura y demás
intentos por controlar la justicia más la derogación del derecho de amparo, le
estará dejando libre el camino al kirchnerismo para que generaciones enteras de
argentinos, nuestros hijos y sus hijos, sean sometidos por un gobierno
autoritario.
Por Roberto Cachanosky / Tribuna de periodistas
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