Máximo Marcelo Torcuato de Alvear; Buenos Aires, 1868 - id., 1942.
Político argentino, presidente de la República entre 1922 y 1928. Nieto del
general Carlos María de Alvear, director supremo de las Provincias Unidas, e
hijo de Torcuato de Alvear, quien realizó grandes obras y mejoras edilicias en
la ciudad desde su cargo de intendente de Buenos Aires, desde su adolescencia
tuvo vocación política y fue uno de los primeros adeptos de la renovación del
sistema político, en la línea proyectada por Leandro N. Alem.
Hombre culto y muy inteligente, estudió derecho en Buenos Aires,
graduándose en 1891, y completó sus estudios en Europa. Fue amigo de Hipólito
Yrigoyen y, por afinidad de ideas, había estado ligado a él desde poco antes de
la Revolución del Parque en 1890. Alvear tenía su propia personalidad, sus
gustos y un carácter opuesto en muchos aspectos; uno era introvertido y el otro
totalmente comunicativo, con una visión más amplia de los problemas y una mente
más variada, con grandes inquietudes intelectuales y políticas.
Marcelo T. de Alvear participó en la Revolución del Parque y fue uno de
los firmantes del manifiesto del 2 de junio de 1891, que fundó la Unión Cívica
Radical. Junto con Alem, Martín Torino, Víctor Molina y otros, estuvo
encarcelado en la corbeta La Argentina. Formó parte del comité organizador de
la revolución radical de 1893; triunfante el movimiento en la provincia de
Buenos Aires y habiendo renunciado el gobernador Julio A. Costa, se constituyó
un gobierno provisional encabezado por Juan Carlos Belgrano, y Alvear fue
designado ministro de Obras Públicas del gabinete.
Hombre de gran fortuna, viajó mucho por Europa y contrajo matrimonio en
Lisboa, en 1906, con la gran cantante lírica Regina Paccini. Pero sus viajes no
le impedían estar al tanto de los acontecimientos del país. Con la ley Sáenz
Peña que estableció el voto secreto y obligatorio, Alvear fue elegido diputado
por la capital en 1912; renovada la Cámara, fue electo por la provincia de
Buenos Aires.
Diputado muy laborioso, presentó al Congreso varios proyectos, entre
otros unas modificaciones sobre la organización del ejército y uno relativo a
los empleados civiles del estado, que tendía a fundar los ascensos en el
escalafón jerárquico por concurso y antecedentes. Participó en los debates
sobre la construcción de las "casas baratas", sobre accidentes de
trabajo, etcétera, e integró la delegación argentina a la asamblea de la
Sociedad de Naciones que presidía el ministro de Relaciones Exteriores, Honorio
Pueyrredón.
En 1922 finalizaba el mandato presidencial de Hipólito Yrigoyen. En
Argentina, la Constitución impedía la reelección presidencial, de modo que
Yrigoyen debía buscar un sucesor, y esperar los seis años que gobernaría éste
para poder presentarse nuevamente como candidato. Inesperadamente, Yrigoyen
propuso a Marcelo de Alvear. La propuesta resultó sorprendente, porque Alvear
no pertenecía a los círculos yrigoyenistas, estaba vinculado al sector del
patriciado radical y era considerado por la élite como uno de los suyos.
Pero la decisión, como es obvio, no había sido arbitraria. Alvear,
alejado de la conducción directa del partido, dado que por entonces se
desempeñaba como embajador en Francia, debía necesariamente mantenerse fiel al
líder que lo había elegido. Por otra parte tendría a su lado, como
vicepresidente, a Elpidio González, un yrigoyenista histórico. La designación
de Alvear puede interpretarse además como un intento de acercamiento al grupo
patricio nacido de la revolución de 1890, y que condujo, con Alem, a la escisión
que dio lugar al nacimiento de la UCR. Es posible que Yrigoyen y los hombres
cercanos a él buscaran con este gesto aliviar las tensiones de los sectores
agroexportadores que no eran hostiles al radicalismo; ello habría permitido un
reagrupamiento de fuerzas en las filas partidarias.
Aunque tanto Yrigoyen como Alvear eran radicales y habían luchado
juntos en las duras batallas políticas desde finales del siglo XIX, eran
también personalidades muy diferentes. La posteridad, de hecho, ha recogido
imágenes más bien opuestas de ambos. A Yrigoyen se lo ve como una especie de
dios Jano con dos caras: para unos fue el artífice del fin de un régimen
"falaz y descreído", según él definía a los gobiernos de la
oligarquía; para otros, fue un caudillo ignorante y demagogo, ejemplo de los
peores vicios de la democracia. A Alvear, en cambio, se lo suele ver como uno
los grandes presidentes del viejo régimen, y su política se considera
asimilable con los vicios y las virtudes de aquél. En cualquier caso, ambos se
enfrentaron a parecidos problemas, derivados de su intención de poner en pie y
consolidar las instituciones democráticas, y de conducir por los nuevos canales
del voto universal la representación, la negociación de intereses y las
demandas de reforma de la sociedad que el radicalismo había asumido como
bandera.
A Yrigoyen le resultó fácil imponer su candidatura y el electorado, por
apego al caudillo, le aseguró el triunfo. Las elecciones se realizaron en abril
de 1922; la candidatura de Alvear se impuso por un amplio margen, obteniendo el
40 por ciento de los votos emitidos. El radicalismo ganó en todas las
provincias a excepción de San Juan y Mendoza, donde los partidarios de dos
disidentes, Cantón y Lencinas respectivamente, representaban movimientos de
fuerte arraigo local. En julio del mismo año el Congreso verificó el escrutinio
definitivo. Quedó así consagrada la fórmula Alvear-González. Alvear, que se
hallaba en París, fue agasajado por casi todos los gobiernos de Europa al
difundirse la noticia de su elección a la presidencia. El 11 de junio el rey de
Italia, Víctor Manuel, lo recibió y abrazó en signo de confraternidad; otro
tanto hicieron el rey británico Jorge V y el español Alfonso XIII. De regreso
al país, recibió el homenaje de los gobiernos de Brasil y de Uruguay. El 14 de
agosto llegó a Buenos Aires y el 12 de octubre de 1922 asumió el mando. En
sesión solemne del Congreso, el presidente Yrigoyen depositó los símbolos del
poder y Alvear prestó juramento.
De ideología democrática y liberal, Marcelo T. de Alvear gobernó con
prudencia, pero sin halagar a las masas, pues repudiaba por temperamento la
demagogia y el personalismo. Procuró mantener los principios fundamentales del
orden constitucional y trató de establecer una administración eficaz y honrada.
De los ministros designados por Alvear, sólo el doctor Eufrasio Loza, ministro
de Obras Públicas, era hombre de confianza de Yrigoyen. Los demás habían
mostrado disidencias con el "personalismo". El gabinete se completó
con Nicolás Matienzo (Interior), Ángel Gallardo (Relaciones Exteriores y
Culto), Celestino J. Marcó (Justicia e Instrucción Pública), Tomás Le Bretón
(Agricultura), el coronel Agustín P. Justo (Guerra) y el almirante Manuel
Domecq García (Marina). A lo largo del período presidencial hubo renuncias que
fueron cubiertas también por hombres que no aceptaban el
"personalismo". Sólo Gallardo, Domecq García y Justo permanecieron
todo el período presidencial.
La composición del gabinete reflejaba así la presencia mayoritaria del
ala patricia del partido, lo que no dejó de provocar protestas entre los
militantes de clase media. Estas designaciones y esas protestas no eran
casuales. Los grupos aristocráticos impusieron dos condiciones para cooperar
con Alvear: que no se produjeran intervenciones federales en las provincias y
que el gasto público estuviera estrictamente controlado por el Congreso. Esta
última exigencia implicaba el abandono por parte de Alvear de las prácticas que
habían sido moneda corriente durante la presidencia de Yrigoyen, sobre todo la
del aumento del gasto público por decreto para financiar el otorgamiento de
cargos públicos. Una exigencia que, por otra parte, se hacía más acuciante que
nunca, ya que en 1921 (es decir, poco antes de abandonar el poder) había
incrementado aún más el presupuesto para cubrir el gasto público.
Alvear lideró un gobierno de orden y progreso; fue un gobernante
prudente que no se inclinó al caudillismo. Su subida al poder coincidió con el
término de la crisis mundial de posguerra; esto le permitió mejorar la economía
y las finanzas, debido al aumento del comercio exterior. Las materias primas
fueron bien vendidas en los mercados europeos, lo mismo que las buenas cosechas
obtenidas. Los capitales extranjeros realizaban inversiones en el país y llegó
un buen número de inmigrantes, lo cual produjo el acrecentamiento de la riqueza
y la valorización de la moneda.
Bajo el impulso de su gobierno se sancionaron algunas leyes de
previsión social (jubilaciones de bancarios y maestros), se reglamentó el
trabajo de las mujeres y de los menores, se estableció el pago de los salarios
en moneda nacional, etcétera. Se creó la Dirección General de Yacimientos
Petrolíferos Fiscales, a cuyo cargo fue puesto el ingeniero Enrique Mosconi. El
coronel Agustín P. Justo, ministro de Guerra, renovó el antiguo material bélico
y dispuso establecer la primera fábrica de aviones en Córdoba; se modernizó con
nuevas unidades la flota de guerra y se instaló la base de submarinos en Mar
del Plata.
Durante la presidencia de Alvear se instalaron las destilerías de
petróleo de La Plata; además, se inició la construcción de los ministerios de
Hacienda, Obras Públicas, Guerra y Marina y el edificio del Banco de la Nación,
en plaza de Mayo. Fue una época de intenso movimiento inmigratorio: sólo en
1924 llegaron 190.000 inmigrantes; desde 1924 hasta 1929 entraron al país cerca
de dos millones de personas de todas las procedencias. El peso argentino, en
mayo de 1927, llegó a cotizarse a la par y en algún momento superó al dólar
americano. Esa prosperidad llevó a la apertura de la Caja de Conversión, cuyo
decreto se firmó el 25 de agosto de 1927, lo cual permitió que la Argentina
gozara de un crédito ilimitado, como lo afirmó la banca estadounidense Morgan.
El establecimiento del patrón oro fue recibido con beneplácito por todos los sectores
de la opinión pública.
En el aspecto artístico y cultural, la presidencia de Alvear fue muy
positiva. Por iniciativa de su esposa Regina Paccini de Alvear se creó la Casa
del Teatro, y en septiembre de 1928 se inauguró en el Teatro Cervantes la
primera exposición nacional del libro que se conoció en Buenos Aires, entre
muchas otras obras. También durante su gobierno visitaron el país personajes de
gran relieve; Buenos Aires fue por aquellos años un centro de atracción internacional.
Llegaron de visita y en misión cultural hombres de ciencia como Albert
Einstein, personalidades políticas como Vittorio Emanuelle Orlando, Lord
Curzon, Albert Thomas; escritores como Luigi Pirandello y Keyserling, etcétera.
En mayo de 1924 vino también al país una delegación italiana, integrada
por diversos artistas e intelectuales, al mismo tiempo que el vapor Italia
realizaba una exposición artística y cultural. El 6 de agosto del mismo año
visitó la Argentina el príncipe Humberto de Saboya, heredero del trono de
Italia. En marzo de 1925 visitó la Argentina el presidente chileno Alessandri y
el 17 de agosto del mismo año arribó el príncipe de Gales, Eduardo, heredero al
trono de británico, quien inauguró la Exposición Británica. Para las fiestas julias
de 1927 se reunieron en Buenos Aires delegaciones de los colegios militares de
Chile, Uruguay, Brasil y Paraguay. Este acontecimiento fue enlutado por el
accidente ferroviario de Alpatacal, en el que la delegación militar chilena
tuvo que lamentar muchas víctimas. En 1928, el gobierno argentino recibía la
visita del presidente electo de Paraguay, doctor José Guggiari. Todas estas
visitas dan una idea de la importancia internacional de que gozaba el país en
esos años.
La presidencia de Marcelo de Alvear vivió un episodio de conflicto con
el Vaticano. El 8 de abril de 1923 murió el arzobispo de Buenos Aires, Antonio
Espinosa. Siguiendo la tradición, el Senado aprobó la terna compuesta por
Miguel de Andrea, Francisco Alberti, obispo de La Plata, y Abel Bazán, obispo
de Paraná. Dicha terna fue remitida al Vaticano, que, sin dar ninguna
explicación, no aprobó el nombramiento de monseñor De Andrea. Alvear fue
informado por el nuncio apostólico de que habían surgido dificultades para la
designación propuesta; sin embargo, se decidió mantener la terna, pese a que De
Andrea había renunciado en noviembre de 1923. El gobierno insistió en que
monseñor De Andrea sería el único arzobispo de Buenos Aires, no obstante haber
hecho saber éste su decisión irrevocable de no aceptar el arzobispado. Se
atribuye la oposición del Vaticano a la actitud políticosocial de monseñor De
Andrea, similar a la de Don Sturzo, fundador del Partido Demócrata Cristiano en
Italia. Los hechos alcanzaron difusión en la prensa y en el Congreso; se llegó
a proponer el retiro del ministro Mansilla del Vaticano y la declaración del
nuncio como persona no grata.
Se mantuvieron discusiones en tonos apasionados, pero el día 15 de
enero de 1925 se aceptó la renuncia reiterada de monseñor De Andrea. El gobierno
argentino pidió al Vaticano que el nuncio papal Beda de Cardinale y el
secretario Silvani fueran relevados de sus cargos, considerando que su
mediación había dificultado la solución de la crisis. Los funcionarios fueron
retirados, lo cual facilitó una salida honrosa. Mientras tanto, el gobierno no
mantuvo relaciones oficiales con monseñor Boneo, aunque sin testimoniar
hostilidad a su persona. A fines de septiembre, el Senado formó una nueva terna
para el arzobispado, integrada por Alberti, Piedrabuena y fray José María
Bottaro. A fines del año 1926 llegó a Buenos Aires un nuevo nuncio apostólico,
Felipe Cortesi, quien, con habilidad diplomática, puso fin a un conflicto que
duró tres años y medio, en los cuales el gobierno mantuvo su derecho al patronato.
El gobierno de Alvear contó con la colaboración de hombres de gran
capacidad. La administración fue honrada y eficaz. Se jerarquizó la función
pública, que preocupaba mucho al presidente, quien aspiraba a que su
administración adquiriera la decorosa fisonomía de los gobiernos europeos.
Cuando volvían a acercarse las elecciones, todo el país se preparó para asistir
a una dura lucha entre las dos facciones en que se había dividido el
radicalismo: personalistas y antipersonalistas. Entre ellos no había diferencias
de programa; las únicas diferencias eran las que dividían personalmente a
Alvear e Yrigoyen.
En los primeros meses de 1928, la crisis mundial se hizo presente en la
lucha electoral; la simpatía popular se mantenía fiel a Yrigoyen. Los
conservadores querían la presidencia y no estaban dispuestos a perderla, por lo
que apelaron al recurso de la conspiración. Un grupo militar, encabezado por el
ministro de Guerra Agustín P. Justo, comenzó a organizarse para impedir el
retorno de Hipólito Yrigoyen al poder. Alvear, hombre democrático y leal, la
contuvo y se opuso a que se siguiera ese camino, que consideraba totalmente
inadecuado.
Las elecciones se realizaron en el mes de abril de 1928 y dieron como
resultado el triunfo de Yrigoyen por amplia mayoría (cuatrocientos mil votos de
diferencia). En 1831, un año después del golpe de estado que derrocó a
Yrigoyen, Marcelo de Alvear regresó de Europa y se reincorporó a la UCR. Ese
mismo año se le impidió presentar su candidatura a la presidencia por no haber
transcurrido un mandato presidencial; en 1937 presentó de nuevo su candidatura,
que resultó derrotada. Pese a ello, Alvear mantuvo su actividad política y su
condición de principal dirigente del radicalismo hasta su muerte.
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