Entrevista a Santiago Gándara, investigador de Comunicación y Cultura y
docente de la UBA.
- ¿Qué puede pasar después del 7 D? ¿Por qué piensa que el gobierno le
otorgó esa centralidad en su agenda?
- El Gobierno encontró en la ley de Medios rédito político, porque la
ley esta en vigencia desde antes del 2009 y hasta hoy en día perdura como la
promesa de una transformación profunda del sistema de Medios de Comunicación.
Eso le permitió que sectores vinculados a la comunicación desde las facultades
o los medios alternativos sean seducidos por esta iniciativa. La centralidad en
su agenda esta dada, fundamentalmente, por una cuestión de cooptación
ideológica hacia estos sectores. En segundo lugar, el gobierno le da
importancia porque se encuentra en disputa para controlar la opinión pública y
eso se manifiesta en como durante estos tres años nada de lo que prometía la
ley se llevo adelante, sin embargo lo que sí sucedió fue la conformación de
medios estatales y para-estatales que abundan y repiten los planteos oficiales.
El escenario del 7D no parece muy complejo. El gobierno inicialmente lo
planteo como un momento clave. De hecho, le dio esta fórmula y ahora da la
impresión que no sabe cómo seguir. Entonces, los escenarios que se puede
plantear son: que siga el pantano judicial, es decir que aparezcan otras
medidas cautelares en la Justicia, aunque lo veo menos probable. El otro es
que, consecuentemente, el Gobierno le diga a Clarín que cayeron sus licencias y
se llame a licitación. De esta manera se presentaran los grupos económicos que
puedan hacerse cargo de esos lugares. Eso no tiene nada que ver con la
democratización ni la pluralidad de voces: en todo caso sería una
reprivatización de algunas empresas.
- ¿Cuáles son todas las empresas que tiene que adecuarse a la ley? ¿Qué
relación tienen con el Gobierno?
Las empresas que tienen que adecuarse a la ley son el grupo Clarín, el
grupo Vila-Manzano, que representa el segundo grupo más importante de cable; el
grupo de Moneta que también es muy importante en el mapa de Medios actual, otro
es Telefónica que, además, tiene canales. Esos grupos deberían dejar señales y
por lo cual se abriría otro escenario; si sucede esto van a entrar a licitación
grandes pedazos de la torta de medios. La pregunta es quiénes son los jugadores
que existen. Y son los mismos que tienen el capital suficiente para hacerse
cargo. Los nuevos que aparecieron y crecieron bajo el gobierno kirchnerista
son, principalmente, Electroingeniería y el grupo de Szpolski, que tienen una
presencia considerable en el último tiempo en el mapa de Medios.
- ¿Qué papel juegan las telefónicas?
A veces se pierde de vista que la ley tenía incluida a las Telefónicas
y después, para ganar una adhesión de votos en diputados, es decir para que
toda la centroizquierda, (Proyecto Sur y el Partido Socialista) apoye la
normativa, el gobierno sacó la mención de las telefónicas en la letra de la
ley. Sin embargo la sacó y siguen estando: Telefónica es el grupo que concentra
el 100% de la telefonía en Argentina. Alguien podría decir que está Telecom,
sin embargo entre estas empresas hay una estrecha relación; Telefónica compró
parte de Telecom Italia que es la dueña de Telecom en nuestro país. Entonces,
Telefónica juega de los dos lados. Monopoliza todo el espacio de las
telecomunicaciones y ese no es un dato menor porque actualmente, por lo que se
llama convergencia tecnológica, las empresas están buscando la posibilidad del
triple servicio, o sea, vender todo junto: telefonía, internet y cable. Esto ya
lo tiene Telefónica y lo tiene el grupo económico de Alberto Pierri, que es
cercano al PJ y creo un canal en La Matanza, después se extendió, y hoy es el
segundo grupo de cable que ofrece el triple play.
Telefónica factura siete veces más que el grupo Clarín. Efectivamente
hay una alianza entre el Gobierno y Telefónica. Eso se demuestra, primero, en
que el gobierno autorizó que Telefónica tuviera acciones en Telecom lo cual es
contrario a una cláusula anti monopólica; lo segundo es que Telefónica tiene
acciones en Telefe y basta ver los contenidos de ese canal: carece de programas
políticos, tiene noticieros y comedias, es un canal aliado completamente.
- ¿Observa nuevos lenguajes o estilos periodísticos desde la sanción de
la Ley de Medios?
- No veo nuevos lenguajes. La gran renovación de los lenguajes
televisivos se dio en los ’90 con los fenómenos que se denominaron
juvenilizacion de la pantalla. Por un lado, se produjo la entrada de Mario
Pergolini y por el otro la de Marcelo Tinelli; ese fue un momento de renovación
que, además, estaba vinculado con una renovación tecnológica que ayudó a ese
proceso.
Actualmente no hay lenguajes. Quizás la novedad de estos años es el
invento de Diego Gvirtz: 6, 7,8. Pero, en realidad, ya había antecedentes como
PNP, es decir los programas de archivo, que luego se constituyeron en un
género. Esa es la novedad, que inicialmente estaba coordinado por María Julia
Olivan y tenía la idea de hacer una crítica a los medios. Sin embargo, poco a
poco, se fue convirtiendo en una tribuna (en el sentido literal de la palabra)
de defensa de todas las políticas del kirchenrismo. La primera crisis que se
produce en el programa es la salida de María Julia Olivan y la entrada de
Luciano Galende. Luego todo el panel de 6, 7,8 dejo de hacer crítica de Medios.
O en todo caso, la crítica es una excusa para defender la política oficial. Es
el único programa político que tiene Canal 7. Y eso muy interesante porque se
puede advertir que es mucho más plural “A dos voces” que se emite por TN en el
cable. Alguien puede decir que lo hace porque está en conflicto con el
gobierno; sí, seguramente, pero cualquiera puede darse cuenta que concurren
referentes de fuerzas políticas distintas, a diferencia de 6, 7,8 que nunca
organizó un debate con corrientes diferentes. Solamente una vez invitó a
Beatriz Sarlo y desde hace poco comenzó a realizar algo parecido a un debate
invitando a dos personalidades que piensan diferente.
Eso es lo único novedoso que apareció en la TV desde la sanción de la
ley de Medios. Aunque, en rigor, no es del todo novedoso. Porque es un programa
de archivo, y ya existían. Sino que es novedoso por el carácter
propagandístico, pro gubernamental que tiene su línea editorial: no hay tantos
antecedentes en la TV argentina de ese estilo.
Hay una continuidad con la TV de los 90. Si vemos los programas más
vistos en la televisión son los que se crearon a principios de esa década: me
refiero al programa de Tinelli y los de farándula. Toda la franja horaria de la
tarde esta monopolizada por programas de chimentos o comentarios sobre la vida
de la farándula. O sea que tenés programas que se han mantenido y no han
aparecido nuevos. Hay que destacar que cada vez hay menos programas de
discusión política en canales de aire: solo 6,7,8 y el programa de Jorge
Lanata. Después están todos los programas en cable. El programa político de
canal 26, el programa de Mariano Grondona, que es una herencia desde antes de
la dictadura, tenés en TN programas como “Palabras Más, Palabra menos” pero son
todos en televisión paga. En cable la posición dominante la tiene el grupo
Clarín por el decreto que autorizó el gobierno.
Cabe remarcar que la ley no se mete con el cable. Y en el cable está la
publicidad comercial más el abono. La ley tendría que haber tenido una
restricción a la publicidad en el cable, porque vos pagas el servicio y hasta
hay pagos diferenciales para ver canales.
- A su entender ¿Qué significa el periodismo militante?
- El periodismo militante es un invento motorizado por 6, 7,8. Ellos lo
definen en la discusión con el “periodismo independiente” o el “periodismo
objetivo”. Esto en Argentina no existe. No existe el “periodismo objetivo”,
porque, en principio sería una imposibilidad fáctica. En primer lugar porque el
periodista no es un científico, que después de un método produce un
conocimiento que es discutido y verificado. En todo caso, un periodista es
alguien que con métodos periodísticos alcanza una perspectiva de la realidad,
por lo cual objetividad no existe. Independiente tampoco existe, porque para
haya “periodismo independiente”, el trabajador periodista tiene que tener
libertad de opinión y no lo tiene en el medio. Está regimentado por su jefe de
edición de manera directa y por la patronal, sea el Estado o un privado. Ahora
cuando los intelectuales oficialistas dicen “periodismo militante” buscan
confrontar con el “periodismo independiente”, que es el que esgrime falsamente
el grupo Clarín; en realidad terminan definiendo que el periodismo militante es
el periodismo propagandístico, es el periodismo que desde los medios del Estado
hacen una defensa de los actos de Gobierno. Eso no tiene nada que ver con el
“periodismo militante”: eso también es un periodismo corporativo.
En Salta, un docente de comunicación de Jujuy en un panel debate
planteó que hay que diferenciar el “periodismo militante” del “periodismo
corporativo”, así planteado está mal. En todo caso en Argentina hay un
periodismo corporativo privado y un periodismo militante corporativo estatal.
Un periodismo militante, si uno quiere tomar este concepto inventado hace poco,
es aquel que realiza su actividad por fuera del aparato estatal. Entonces un
ejemplo de “periodismo militante” podría ser Rodolfo Walsh, pero por fuera de
los grandes medios privados y del Estado: Walsh hacía periodismo casi en la
clandestinidad. “Periodismo militante” podría ser cuando las organizaciones de
izquierda o las organizaciones sociales y alternativas editan su periódico o
tienen sus programas de radio; militar no está vinculado con la renta, ser
militante tiene que ver con un proyecto político. El periodista que está en
canal 7 podrá tener proyectos, pero el proyecto político es del Gobierno, por
lo cual tiene una militancia muy dudosa.
- Varios intelectuales oficialistas señalan que los símbolos y la
propaganda que creó el kirchnerismo (Néstor-nauta, Fútbol para todos, Fuerza
bruta, 6, 7,8, etc) generó una identidad en gran parte de la población ¿Se
puede hablar de una hegemonía cultural del kirchnerismo?
- Hubo una importante discusión hace un par de años porque Beatriz
Sarlo publicó una nota sobre la hegemonía cultural del kirchnerismo. A partir
de ahí se armó un debate donde intervino Tomas Abraham, Eliseo Verón, los
integrantes de Carta Abierta, entonces hay que prestar atención a lo que
estaban pensando ellos.
Hegemonía es un concepto complejo. Que no tiene una sola definición,
entre otras cosas, porque todos se lo atribuyen a Antonio Gramsci pero tiene
una gran tradición en la izquierda: en Lenin también está presente el concepto
de hegemonía. Para hablar de hegemonía cultural se tiene que dar un proceso de
dirección cultural por parte de una clase social. Que el kirchnerismo haya
sacado estas expresiones y haya construido una hegemonía es bastante difícil de
comprobar. Una cosa es producir identificación, que puede ocurrir y ser
momentáneas, otra cosa es construir una hegemonía a largo plazo. Cuando desde
el Gobierno se habla de la lucha cultural se elige realizar un
sobredimensionamiento de lo ideológico y lo cultural. Los avatares que tuvo
este gobierno, las crisis en estos 8 años, estuvieron ligadas a profundas
crisis económicas, que demostraron que la llamada “hegemonía cultural” se cae
como un naipe cuando se aceleran los procesos de crisis económica. El año 2008,
no fue solo el conflicto con el campo, también fue la manifestación de la
crisis mundial en Argentina, que tuvo como correlato la discusión de la renta
del campo. En las elecciones del año siguiente al kirchnerismo le fue muy mal;
luego se recuperó. Y uno puede decir, entonces, que esa recuperación está
vinculada más a cuestiones materiales que a la supuesta hegemonía cultural que
desplegó. Que los símbolos puedan crear una identificación en un pequeño sector
puede pasar, pero está lejos de la construcción de hegemonía que supone un
proceso a largo plazo. En todo caso el gobierno busca esa hegemonía mediante un
control de la opinión pública, que es otra cosa: la repetición de las acciones
gubernamentales, la intervención permanente de la presidenta. Los intelectuales
del Gobierno confunden un relato que repiten todo el tiempo con hegemonía
cultural, y eso tiene más de espuma que otra cosa.
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