Miembro de una modesta familia y, por lo tanto, hijo de sus propios
esfuerzos, nació en la ciudad de Dolores, provincia de Buenos Aires, el 15 de
marzo de 1845. Dotado de inteligencia privilegiada, cursó con brillo los
estudios secundarios y universitarios, graduándose de doctor en derecho.
En primer lugar digamos que A. De Valle es una figura sin archivo ni
epistolario propio. Hay documentos dispersos, cartas al general Roca o Miguel
Cané. Carece de una obra de conjunto, ya que las dos existentes, la de Luis V.
Sommi, se trata de una transcripción de discursos de carácter económico y hasta
1890; y la de una mujer contemporánea sin rigor científico y plagada de errores
que serán tratados en su oportunidad. Los artículos periodísticos son muy
importantes pues Del Valle desde muy joven fue redactor de El Nacional, bregó
siempre por la libertad de prensa y hay mucho material en todos los periódicos
de la época con referencias a su actuación. Pero la fuente fundamental han sido
los discursos y debates del Dr. del Valle en el Senado, durante casi toda la
década del 80 y hasta 1893.
Su actuación como diputado de la Legislatura de la Provincia de Buenos
Aires en la década del 70, si bien es importante, es muy breve e interrumpida
en dos oportunidades, pues del Valle fue nombrado ministro provisional de
Gobierno del Coronel Alvaro Barros y luego de Luis Sáenz Peña y Carlos Casares;
tenía sólo 30 años.
A del Valle intervino en todas las discusiones fundamentales de la
época, abordó todos los rubros con un minucioso estudio y todo trabajo que se
precie de serio, sobre ferrocarriles, obras públicas, organización bancaria,
judicial e institucional, política educativa, matrimonio civil o intervenciones
provinciales, no puede prescindir del análisis exhaustivo de aquellos debates o
discursos. Del Valle mismo es una fuente histórica de primera magnitud por
cuanto estudiaba un tema hasta agotarlo y por ende aportaba datos que él mismo
consultaba en instituciones o citaba bibliografía que comparaba con las fuentes
oficiales. Han vacíos documentales en la infancia y la adolescencia que también
obedecen a una razón de ser y que debieron ser llenados con entrevistas
personales en la ciudad de Dolores, lugar de nacimiento de A. del Valle, y con
expedientes de sucesiones del Archivo General de la Nación. Lo cierto es que la
tarea histórica de recopilación y crítica de las fuentes fue muy ardua y más
aún la de síntesis. Baste con recordar que los debates por las Obras de
Salubridasd o de Matrimonio Civil o Emisiones Clandestinas, se cuentan como de
los más extensos del parlamento argentino. Cabe agregar que del Valle se daba
tiempo para estudiar literatura y conocer ampliamente sobre pintura.
El encuadre del personaje dentro del grupo que le tocó actuar, surge de
su profesión de abogado, lograda con enormes sacrificios y mientras se
desempeñaba como empleado de la Administración pública provincial y como
periodista; de ahí su conocimiento y defensa por los bienes públicos y la
administración de la Nación. Desde la puja entre mitristas y autonomistas, del
Valle se perfiló como expresión de la pequeña burguesía democrática, y no
respondió al círculo de los grandes terratenientes liberales.
Ideológicamente, del Valle se formó en la década del 70 bajo la doble
influencia de su "maestro", como lo llamaba Vicente Fidel López y la
de Sarmiento. Se sumaban a sus contradicciones una influencia romántica en su
medio local y una información positiva característica de su tiempo.
Demócrata en política, constitucionalista en la esfera jurídica y
proteccionista en economía tuvo el más alto concepto del Estado nacional y
luchó por su ordenamiento.
Por cuanto del Valle presenta los caracteres esenciales de un modelo de
la época: "el dirigente político ilustrado" se lo ubica con los
hombres que formaron la llamada generación del 80; con varios de ellos tuvo
diferencias sustanciales en lo que respecta a la administración del Estado,
aunque coincidiera en la defensa de las grandes conquistas del hombre: la
libertad de pensamiento, la tolerancia de cultos, el apoyo a la ciencia y la
lucha por el progreso.
Individualmente del Valle fue un hombre de la Provincia de Buenos Aires,
con sus raíces en la campaña y una educación impartida en la ciudad que a puro
esfuerzo lo llevó a trascender la pobreza y las angustias de las primeras
décadas de su vida.
El haber sido hijo natural de un militar de frontera y edecán de Rosas,
Coronel Narciso del Valle, debió significarle una carga nada fácil de superar
en aquella época.
De raíz federal pues, de estudiante militaba en las filas autonomistas de
Adolfo Alsina junto a su entrañable amigo Leandro Alem. Ambos integraban la
línea política reconocida como "federalismo porteño", centrada en el
ideario de Manuel Dorrego y en la que no cabía la suma del poder público.
Del Valle mismo definió su posición a favor del concepto de "federación"
argentina en el sentido de la "federación" norteamericana y contraria
a la formación de "republiquetas" en las provincias.
En cuanto a las conclusiones fundamentales
de la obra están dadas a partir de los sucesos de 1890 de los que del Valle
fuera protagonista mientras lideraba las reuniones y conspiraciones en su
propia casa para abatir el régimen del presidente Juárez Celman. Por ello fue
señalado como el planificador de la Revolución del 90 y el principal
responsable de la caída de Juárez, por sus denuncias en el Senado de las
emisiones clandestinas.
Junto a Leandro Alem y la juventud revolucionaria crearon la Unión
Cívica y luego la Unión Cívica Radical, por ende este trabajo documenta y ubica
a del Valle en los orígenes del radicalismo y lo muestra como uno de los
creadores e impulsores de nuestro primer movimiento democrático nacional y
popular. Después del fracaso del 90, del Valle siguió sosteniendo principios
"radicales" y "revolucionarios" públicamente, en el Congreso
y frente al presidente Carlos Pellegrini y su retiro posterior de la nueva
fuerza radical no fue tan voluntaria como se ha dicho ni porque del Valle fuera
"acuerdista" porque nunca lo fue. Se negaba a perder el elemento
mitrista, baluarte inmiscuido de la Capital pues les cerraría el camino al
poder por el sufragio, tal como sucedió.
Otro fue el criterio de la juventud que no entiende de conciliaciones
ni esperas oportunas. En esto prefirieron seguir a su otro jefe, tan rebelde e
intransigente como ellos.
El pensamiento orgánico y el accionar intelectual izado del Dr. del
Valle, sin improvisaciones, se vio como una transacción más al orden
tradicional. La juventud le dio la espalda y del Valle se retiró entristecido a
la vida privada y docente pero sin entrar ni una vez a una sola reunión
acuerdista.
El retorno de del Valle a la vida pública, fue resonante y comprende
uno de los momentos más interesantes de la historia política argentina; fue su
ministerio de 36 días y asimismo designado como "Gabinete
revolucionario", el cual culminó nada menos que con la revolución radical
de 1893 que dirigiera Hipólito Yrigoyen. Mucho se ha escrito sobre esta
instancia, como si hubiese sido la única en el Dr. del Valle; generó
controversias entre historiadores y formulación de hipótesis que hacen al
núcleo de este trabajo y versan sobre la relación entre Yrigoyen y los
revolucionarios radicales con el ministro del Valle.
La muerte sorprendió de repente a
A. del Valle el día 29 de enero de 1896, en su escritorio mientras
conversaba con un amigo, siendo el diabético y enfermo del corazón. Esta
demostró el inmenso prestigio que poseía; por entonces, sus clases de derecho
constitucional se habían hecho famosas en la ciudad pues congregaban a una
multitud de estudiantes y gente que acudían a escucharlo. Así lo relataba el
Dr. Alfredo Palacios, quien se halló absorto entre aquellos jóvenes que
veneraron a su profesor; o Paul Groussac, aunque con agrias críticas a esa
popularidad de "actor que busca el aplauso y descuida el fondo".
El reconocimiento oficial se manifestó durante la presidencia de Alvear
quien personalmente inauguró el monumento a del Valle, el 28 de junio de 1924,
con palabras de profunda admiración; el acto lo cerraba una niña que
representaba a los descendientes de los caídos revolucionarios de la Unión
Cívica Radical. El alvearismo hacía suya esta figura como la quisieron hacer
los demócratas progresistas; Lisandro de la Torre se consideró el continuador
de A. del Valle y decía que su juventud fue torturada por tres recuerdos: el
fantasma de Alem, la renuncia de del Valle y del Valle muerto. Las relaciones
entre de la Torre y del Valle también serán analizadas.
Del Valle es uno de los grandes hombres de pensamiento y accíón
revolucionaria que no logró modificar la injusta situación que lo rodeaba. Así
como los demás hombres de los inicios del radicalismo, sus propuestas de cambio
fueron políticas y a veces económicas; aunque dado su tiempo, no fueron
destinadas a mejorar los sectores del trabajo. Pero su obra e ideas, son
también raíces de un cambio en la sociedad argentina que tarde o temprano
habría de llegar.
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