Hoy en día, mucha gente no tiene en claro los conceptos
"Democracia" y "República" y a menudo los confunde.
El término "Democracia", se refiere a una forma de gobierno.
Nuestro país, adopto la Democracia Representativa, por medio de la cual, las
autoridades son elegidas por el voto directo de los ciudadanos.
En cambio, una "República" es un sistema político, que se
fundamenta en el imperio de la ley (Constitución) y en la igualdad de todos sus
habitantes ante la ley.
En la democracia moderna juega un rol decisivo la llamada "regla
de la mayoría", es decir, el derecho de la mayoría a que se adopte su
posición cuando existen diversas propuestas.
Sin embargo esta posición nunca debe afectar los derechos fundamentales
de las minorías o de los individuos.
Para que una verdadera democracia funcione, debe existir (por ejemplo):
periodicidad en los cargos, publicidad de los actos de gobierno,
responsabilidad de los políticos y de los funcionarios públicos, soberanía de
la ley, respeto a las ideas opuestas, igualdad ante la ley, idoneidad como
condición de acceso a los cargos públicos, etc.
Para que una verdadera república funcione, debe existir real
independencia y control entre los poderes que lo componen: El poder Ejecutivo
(Presidente), El poder Legislativo (Diputados y Senadores) y el Poder Judicial
(Corte Suprema de Justicia y demás tribunales inferiores).
Esta División de Poderes, surgió como una forma de proteger al
ciudadano frente al Estado.
En la antigüedad, estos poderes eran monopolizados por la monarquía
absolutista a la cual se le atribuía el abuso de poder en el trato con las
personas (despotismo).
Surgen ahora algunas cuestiones inquietantes.
Un gobierno puede ser elegido democráticamente (por ganar legítimamente
las elecciones), pero su ejercicio puede no serlo si, por ejemplo, no atiende las
necesidades de la población.
Asimismo, puede pasar que un gobernante sea democrático en su origen y
en su ejercicio, pero no republicano en su gestión si, por ejemplo, no asegura
o desconoce la división de poderes.
En nuestra realidad cotidiana, hay sobradas pruebas para preocuparse
sobre el camino crítico que ha tomado nuestro país.
Estas son algunas de ellas: el Congreso de la Nación delega facultades
al presidente cuando esto está expresamente prohibido en la C.N., el partido
gobernante no respeta ni atiende las opiniones de la oposición, el poder
ejecutivo no respeta los fallos judiciales y firma decretos estando en funciones
las cámaras legislativas, se pagan subsidios y clientelismo con el aporte de
los agónicos jubilados, se persiguen a los medios de comunicación y se atenta
contra la libertad de expresión (del que piensa distinto al gobierno), se
compran voluntades, se falsean los índices oficiales, se utiliza información
confidencial y dinero público con fines políticos, se aplican impuestos
confiscatorios, etc.
Es lamentable observar cómo se desprecian las instituciones y, a la
vez, se advierte como la justicia no está dispuesta a tomar intervención en
estos temas mientras el Congreso de la Nación permanece indiferente.
¿Puede entonces un gobierno ser democrático y no republicano?
Tenemos ejemplos contemporáneos como Argentina, Venezuela, Ecuador y
Bolivia, donde los líderes populares que han llegado al poder mediante el apoyo
de las mayorías en procesos democráticos, han acabado con el Estado de Derecho
y han convertido al sistema judicial y a las fuerzas del orden en instrumentos
de represión y persecución política.
Estrictamente, estos gobiernos no han dejado de ser democráticos.
Después de todo, los atropellos que han cometido han tenido la aprobación
tácita o explícita de la mayoría de sus respectivas poblaciones.
Es por ello, que siendo despóticos y antirrepublicanos se vanaglorian
de ser democráticos. Y precisamente usan como argumento la democracia, en el
sentido estricto de apoyo de las mayorías mediante las urnas, para acabar con
la República.
Para que nuestro país no siga por ese camino, hay que "educar al soberano",
o sea, al ciudadano.
La población debería comprender que la democracia no se extingue en el
acto de elección de una mayoría, sino que se debe practicar día a día
respetando a las instituciones y a todos los sectores del pueblo, evitando que
mayorías circunstanciales cometan abusos contra las minorías.
Es precisamente para evitar estos males, que se creó la República y la
División de Poderes.
Actualmente el desconocimiento es tal, que la gente no sabe que los
Diputados y Senadores Nacionales representan los intereses del pueblo de las
provincias que los eligió. Una inmensa mayoría cree que
la función de los estos delegados es la de defender u oponerse al gobierno,
levantando la mano y obedeciendo ciegamente al jefe de bloque.
Es la República la que da el marco para que la democracia funcione
realmente y es la división de poderes lo que habilita para que los derechos y
garantías de los ciudadanos sean respetados. Es de esta forma en que la Democracia
puede actuar correctamente.
Hoy en día, parece que no existe en la práctica otro poder que el
ejecutivo gobernando a voluntad por decreto, y que la República es un simple
eufemismo que únicamente sirve para justificar los excesos del gobierno de
turno.
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