Además, si deciden ahorrar su renta en dólares, deberán pagar $ 8,50.
De modo que los chacareros calculan su ganancia como si la tonelada de soja
valiera 200 dólares. El Gobierno los incentiva, entonces, a demorar la venta de
la cosecha, a la espera de una devaluación. Mientras tanto, el negocio se sigue
deteriorando: los campos se depreciaron alrededor de 15% en un año.
Esta dinámica dañina se reproduce en el sector turístico. Quienes
viajan al exterior compran dólares al Central por $ 5,10. Pero ¿qué viajero
extranjero los va a vender en el mercado oficial, si en el paralelo se los
pagan 60% más?
Los que diseñaron el cepo calcularon los dólares que dejarían de salir,
pero no los que dejarían de entrar. Es la razón por la cual la caída neta de
reservas, que en 2011 fue de 5300 millones de dólares, sólo se redujo en 2012 a
3300 millones de dólares. Una ínfima conquista si se consideran los perjuicios
ocasionados: entre otros, la caída abrupta del nivel de actividad.
A este revés hay que sumar un problema que está en la raíz de la crisis
cambiaria: la soberanía hidrocarburífera se está haciendo desear. Las
importaciones de combustibles están aumentando entre 60 y 70% respecto de 2012.
No hay que olvidarlo: los dólares que Ricardo Echegaray prohíbe comprar
desde la AFIP son los que necesitaba Julio De Vido, y ahora Miguel Galuccio,
para pagar los cargamentos de gas natural licuado. Una anécdota: un buque
metanero se pasó el último jueves navegando entre Punta del Este y La Paloma
porque en Buenos Aires no le pagaban la carga. Sucede que en los días críticos
los funcionarios no tocan las reservas para evitar que la Presidenta se enoje.
Los especialistas prevén que este año las importaciones energéticas se
llevarán 14.000 millones de dólares. Es lo que Kicillof prometió resolver con
la confiscación de YPF. ¿Será verdad que va a extender esa "solución"
al sector eléctrico, obligando a que todas las transacciones pasen por el
Estado?
Estas impericias nacen de la dificultad de Cristina Kirchner y sus
colaboradores para entender la naturaleza sistémica de los mercados. Sólo así
se explica que insistan en controlar al mismo tiempo precios y cantidades.
El liderazgo autoritario de la Presidenta, que se ejerce de manera más
destemplada sobre el propio entorno, fragmenta más esa visión. Las
convocatorias al, llamémosle así, equipo económico no se realizan para
enriquecer un diagnóstico con diversos puntos de vista. Son reuniones de careo,
en las que la señora de Kirchner busca formarse un criterio a partir de la
confrontación de todos contra todos.
Una somera revista del grupo arroja resultados angustiantes. Hernán
Lorenzino confiesa ante los técnicos que lo visitan su disidencia con la
política económica. Después admite que desde su cargo de ministro de Economía
es poco lo que puede hacer. Eso sí: cree que ya convenció a su jefa de emitir
un bono para financiar obra pública.
Kicillof debe elevar sus ideas al cerebro de La Cámpora, el abogado
Eduardo de Pedro, para que éste las analice con el bachiller Máximo Kirchner.
Mercedes Marcó del Pont festeja que el encargado del dólar sea el
recaudador Echegaray. En la última sesión de directorio del Central, cuando
Carlos Pérez manifestó su preocupación por la "inestabilidad monetaria,
financiera y cambiaria", ella contestó: "Las dos primeras no existen.
Y la cambiaria es apenas un pico del blue". Después indicó, mirando a
Miguel Pesce: "Organizá una reunión para que Carlos entienda". Y se
marchó. Fue todo lo que se habló en ese organismo sobre la crisis cambiaria.
Echegaray, por su parte, usó como escudo el reglamento: "Yo sólo
tengo atribuciones para cobrar impuestos". Y Moreno, que desde el comienzo
objetó el cepo, pasa el día amedrentando a cambistas e instruyendo a Juan
Basco, el incombustible jefe de operaciones del Central.
Nada
que sorprenda. El kirchnerismo aplica al problema del dólar su eterna receta:
tratar de curar una enfermedad provocando otras. En este caso, logró el
prodigio de desencadenar una crisis cambiaria con la tonelada de soja a 500
dólares.
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