Cantera Popular

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martes, 19 de febrero de 2013

LA CRISIS DE LA SEGURIDAD PÚBLICA EN ARGENTINA I



Cada día los argentinos nos levantamos y nos acostamos con la amarga sensación que el Estado ha perdido definitivamente la capacidad de garantizar a los ciudadanos de esta Patria el goce y el ejercicio de algunos derechos fundamentales; como el derecho a la vida, el derecho a la tranquilidad y a la privacidad y el derecho más elemental a la propiedad privada.
Junto con eso, el mero sentido común de la población genera –con la fuerza de la evidencia que no acepta discusión- la certeza de que esa carencia del Estado esta directamente relacionada con la ausencia absoluta del Imperio de la Ley como mecanismo regulador necesario de la vida de la sociedad.
La certeza de que el Estado no está en condiciones de hacer respetar la Ley viene a reforzar otra convicción social largamente extendida: la impunidad es la única norma que se aplica en las relaciones sociales de los argentinos. Pero la certeza de que el Imperio de la Ley es una utopía inalcanzable para los argentinos, afecta también directamente la posibilidad de que los argentinos podamos construir un sistema de convivencia democrática acorde con el ejercicio pleno y consistente de los derechos de ciudadanía más elementales.
La demanda por la plena vigencia de un sistema de seguridad ciudadana es, entonces, uno de los síntomas más evidentes del colapso de nuestra propia democracia a casi veinte años de su reinstalación.
La prevención del crimen y la violencia:
El concepto de prevención del delito es ampliamente mal entendido en Argentina. El debate nacional sobre el crimen y la violencia, trata habitualmente a la “prevención” y a la “represión” como conceptos mutualmente excluyentes, como términos opuestos de un “continuo” que va de lo “suave” a lo “duro”. Pero la ciencia de la criminología no contiene esa dicotomía.
El concepto “prevención del delito” se refiere a cualquier política que promueva que, en el futuro, ocurra un número menor de delitos de los que hubiesen ocurrido sin poner en práctica esa política.
Una política será preventiva cuando, tras su aplicación, se obtenga la ocurrencia de un número menor de delitos, con menor número de víctimas. No se define por las intenciones sino por los resultados.
Sin embargo, es más útil tomar una definición amplia del concepto “prevención del delito”:
La prevención del delito consiste en identificar y enfrentar a los factores de riesgo que tienen relación con el crimen (tales como la violencia intrafamiliar, el abuso de drogas, el ocio y la exclusión juvenil, la existencia de pandillas, la ineficacia, obsolescencia y corrupción en las instituciones del sistema penal, etc.) y trabajar para fortalecer los factores protectivos (la escolaridad; la participación de la comunidad en las actividades de prevención; la confianza en las instituciones, en especial en aquellas relacionadas con el sistema penal; la fortaleza de las instituciones policiales y su integración comunitaria, la existencia de capital social, etc.)
Un buen diagnóstico y un buen programa de trabajo.
Es necesario contar un diagnóstico profundo sobre el fenómeno que describa la magnitud y características de la violencia y el delito en nuestro país.
Las dificultades extraordinarias que se enfrentan para obtener y sistematizar la información constituyen, en si misma, una evidencia de la gravedad del problema.
La información que existe es escasa, poco confiable, heterogénea y no está sistematizada ni centralizada.
Las encuestas de opinión de alcance nacional dan cuenta de que la población siente que el problema de la violencia y del delito se ha venido agravando con el paso de los años y que constituye, en muchas ocasiones, la principal preocupación de los ciudadanos.
Las encuestas de victimización disponibles, parciales pero de buena factura, confirman la existencia de un grave fenómeno de victimización de la población y de desconfianza sobre las instituciones responsables que conduce a muy bajos índices de denuncia (generando una enorme “cifra negra” de delitos).
En la recapitulación sobre diferentes programas de prevención en los Estados Unidos y otros países, se han encontrado formas de prevención exitosas en cada uno de los ámbitos institucionales en los que se pusieron en práctica. Es cierto que atacar al crimen desde muchos frentes al mismo tiempo probablemente ofrezca mayores oportunidades de éxito. Tal vez sea necesario poner en práctica programas simultáneos que actúen sobre diferentes ámbitos institucionales (mercado laboral, familia, policía, etc.), para lograr resultados efectivos.
Como sea, es necesario enfatizar en los esfuerzos sobre aquellos ámbitos en los que no se registran antecedentes de puesta en práctica de programas de ningún tipo.
Tal es el caso de las policías en Argentina.
La criminalidad real.
Las entidades que trabajan en el control y castigo de los delincuentes en la República Argentina generan informes regularizados sobre la ocurrencia de delitos, de cuyos datos no han producido análisis especiales ni han sido tenidos en cuenta para la formulación de políticas estratégicas contra el crimen.
La información disponible confirma que estamos en presencia de una criminalidad creciente en cantidad y contenido de la violencia con un delito juvenil en franco crecimiento.
La carencia de información confiable y actualizada en el ámbito nacional y provincial, constituyen un déficit que dificulta el diseño de políticas de prevención del delito así como la evaluación de la eficacia de los programas y acciones que se ejecutan.
La creación de un sistema de información criminal que abarque todo el ámbito nacional y el establecimiento de compromisos formales que garanticen que el conjunto de los organismos del Estado Nacional, de los gobiernos subnacionales y de la comunidad en general, tengan acceso a la información de forma transparente y actualizada, constituyen un objetivo de principal importancia.
La falta de respuestas institucionales.
La realidad delictual descripta ha puesto al conjunto del sistema penal en crisis. Las Policías Provinciales y la Policía Federal, los fueros penales de los Poderes Judiciales nacional y provincial y los Servicios Penitenciaros están sufriendo (con diferente grado y matices) crisis internas y externas originadas en su incapacidad para encontrar respuestas adecuadas a la creciente criminalidad.
Existe un fuerte descrédito de todas estas instituciones como consecuencia de esa incapacidad, agravada por problemas de corrupción y brutalidad.
El descrédito policial influye en la opinión de los ciudadanos sobre la inseguridad pública, en la investigación del Doctor Rosendo Fraga solo el 3% de los jóvenes y adultos de la ciudad era buena/muy buena. Al ser consultados los propios policías sobre su opinión al respecto el 87% respondió que era buena/muy buena. Esta diferencia notable entre las opiniones de la población y la propia policía constituye una muestra más del quiebre de la relación entre la gente y la institución policial y prefigura una importante resistencia institucional policial al cambio. La baja tasa de denuncia de delitos encuentra en la realidad descripta una explicación racional la población no confía en la capacidad profesional ni en la honestidad de la policía que hoy le presta servicios. La población no confía en la policía tal cual esta hoy, pero mantiene fuertes expectativas favorables si se produjeran las reformas y se brindara el equipamiento necesario.

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