Cantera Popular

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viernes, 20 de septiembre de 2013

FRENO A LA CHAVIZACIÓN PERO SIGUE OFERTA Y DEMANDA DE POPULISMO


Siguiendo con la línea de razonamiento que se pregunta si realmente con la salida del kirchnerismo hay un fin de ciclo, me parece que es oportuno ampliar este tema al campo de la economía.
El primer dato a tener en cuenta es que en líneas generales la oposición en la provincia de Buenos Aires proviene del kirchnerismo. Massa, Giustozzi o el mismo Alberto Fernández formaron parte del gobierno kirchnerista o lo apoyaron. En hora buena que hayan advertido que el kirchnerismo se ha pasado de vueltas y que su política no es solamente la de regulaciones económicas, desborde fiscal y monetaria y cosas por el estilo. En rigor advirtieron que el famoso proyecto del vamos por todo apunta a destruir el sistema republicano de gobierno para establecer una dictadura disfrazada de democracia.
Francamente me resulta poco convincente escuchar a ex funcionarios kirchneristas decir que este no era el proyecto de Néstor. No nos engañemos, este era el proyecto de Néstor aunque posiblemente su estrategia para ir por todo hubiese sido diferente al de CFK, pero claramente desde el inicio de su mandato se observó una fuerte inclinación por la confrontación, la descalificación y un escaso respeto por las instituciones. La diferencia entre Néstor Kirchner y CFK es que la actual presidente aceleró a fondo el vamos por todo pero en un contexto económico que dejó de serle favorable ni bien ganó las elecciones de 2011.
Otro dato que hace dudar sobre el fin de ciclo kirchnerista es la composición de los equipos económicos del massismo. Economistas que por profesión tienen la habilidad de ir acomodándose en gobiernos tan disímiles como el de Menem, Duhalde, Kirchner y CFK, no son economistas confiables, son mercenarios al servicio del ganador. Dirigentes empresarios que hasta ayer formaban parte del coro de aplaudidores en los discursos desde el atril y economistas que hablan más como políticos que como profesionales de la economía forman parte del “equipo económico”.
Me parece bien que opten por tener un discurso político en vez de rigurosidad económica, pero sería bueno, a mi entender, que aclaren que están hablando como políticos y no como economistas.
Si uno mira la provincia de Buenos Aires, donde el massismo parece que va a tener una victoria importante en octubre, no advierte un cambio de políticas públicas respecto a lo que hoy se hace.
Sí reconozco que, de ser gobierno, no cometerían las barbaridades de Moreno o Kicillof. Pero lejos está la comprensión de entender la economía como un sistema integral de reglas económicas e institucionales en la oposición.
La gran mayoría de los partidos opositores también se diferencia del oficialismo en términos de no ir por todo (arrasar las instituciones) pero cuesta diferenciar su discurso económico respecto al del oficialismo. Es como si casi todo el arco opositor tuviera un mal diagnóstico de los problemas económicos o no se atreve a decir públicamente las medidas de fondo que habría que tomar para salir de la decadencia económica del kirchnerismo. Algo así como un discurso en el que sostienen que van a hacer un kirchnerismo bueno.
También es posible que entiendan el problema y no se animen a enunciar las medidas porque espantarían al electorado. Lo dudo, pero sí me parece que buena parte del electorado sigue demandando populismo al tiempo que detesta pagar los costos del mismo. Protesta por el impuesto a las ganancias pero, al mismo tiempo, parece demandar más Estado paternalista. No veo tampoco en la sociedad aceptar que las estatizaciones de empresas públicas hayan sido un desastre y se imponga un nuevo proceso privatizador que, por supuesto, tiene que ser hecho con más transparencia y mejores marcos regulatorios de los que en general se aplicaron en los 90.
Tampoco veo a una sociedad rechazando el sistema de jubilaciones estatal que es inviable, para volver a un sistema privado mejorado al que se aplicó en los 90.
El listado podría seguir, pero basta con estos ejemplos para tratar de mostrar que tal vez la sociedad está pidiendo un cambio, pero ese cambio no es de fondo, sino limitar el vamos por todo del oficialismo junto con los costos que hay que pagar por el populismo (inflación, alta carga impositiva, desinversión, etc.)
También es posible que el primer objetivo que se haya planteado la gente es frenar las ambiciones de poder absoluto del oficialismo y luego ver la salida económica dado que, finalmente, si el oficialismo pierde en octubre las elecciones, la oposición no manejará el Ejecutivo, lo máximo que puede lograr es frenar el Cristina eterna y algún proyecto de ley disparatado del oficialismo.
No me queda claro que si el oficialismo es derrotado en octubre, se acabe un ciclo de populismo y se entre en la era de la razón económica, pero sí podría lograrse frenar el camino a la chavización que propone el oficialismo.
De todas formas, si este es el escenario, la buena noticia es que la gente, en todos estos años, comenzó a comprender la importancia de limitar, aunque sea en cierto grado, el poder de los gobiernos.
Si comparamos con 10 años atrás vemos que se habla cada vez más de calidad institucional, tema que solo tratábamos un puñado de economistas y analistas políticos. Para el grueso de la sociedad el tema institucional era una cuestión lejana que no le interesaba. Hoy sí parece interesarle tener una justicia que no sea un apéndice del Poder Ejecutivo, que no haya re reelección indefinida y los escándalos de corrupción no parecen poder taparse con una fiesta de consumo artificial que se agota rápidamente.
En síntesis, para tratar de ser optimista, diría que esta postura más institucional de la gente es un paso adelante, entendiendo por tal limitar el poder absoluto. Pero no nos engañemos, todavía queda un largo camino que recorrer para terminar de relacionar la incompatibilidad entre calidad institucional y populismo. Le falta entenderlo a la gente y a la dirigencia política.

jueves, 12 de septiembre de 2013

LAS TRAGEDIAS DE NÉSTOR Y CRISTINA


 "Los muertos están muertos..."
Juan Manuel Abal Medina, Jefe de Gabinete de Cristina Kirchner, luego de la tragedia ferroviaria de la Estación Once.
"Un muerto más o uno menos no modifica nada..."
Gabriel Mariotto, Vicegobernador de Buenos Aires, luego de la tragedia de La Plata.

Sería, tal vez, injusto poner en la cuenta del matrimonio presidencial la totalidad de los muertos producidos en los últimos diez años -los que ellos llevan gobernando- por la ineficiencia del Estado, la incapacidad de gestión, la indolencia o simplemente el desinterés por la suerte de la vida de los argentinos.
No resulta sencillo, sin embargo, discriminar los que responden a esa causa y los que simplemente obedecen a estadísticas imposibles de reducir. Algunas cuentas hacen ascender la contabilidad de los muertos del kirchnerismo a alrededor de 30.000, número artero si los hay para referirse a esta contabilidad.
Llegan a este número sumando los muertos por accidentes viales debido al mal estado de las rutas -29.183-, los producidos por hechos de inseguridad debido al desmantelamiento de las fuerzas policiales y la instalación del narcotráfico -9.125-, los que sumaron la tragedia de Cromagnón por ineficiencia de los organismos de control -195-, el accidente ferroviario de Once debido a la corrupción kirchnerista en el sector Transporte -52- y los muertos en las inundaciones de La Plata por ineficacia y nuevamente corrupción en la gestión kirchnerista platense -el número oscila entre 51 y 127, depende qué informe escuchemos-.
En esta cuenta no se agregan los "puchitos": los muertos en los enfrentamientos internos con grupos opositores -Mariano Ferreyra-, los que resultaron de los hechos represivos frente a protestas gremiales -Carlos Fuentealba-, o los de desapariciones, como la de Julio Jorge López. Y varios más.
Si estos números fueran colocados en su totalidad en la cuenta kirchnerista, éste habría sido hasta ahora el gobierno más sangriento de la historia argentina, superando incluso al del "proceso".
Convengamos, sin embargo, que no todas son responsabilidad exclusiva del kirchnerismo.
En los accidentes de tránsito, la evolución en la última década parece dar la razón, si no en todo, al menos en la mitad de estas cifras. En el 2002, las muertes por accidentes en la Argentina fueron 3200. En 2008, la cifra anual había crecido a 4315, y en el 2012 ya alcanzó las 7485. El porcentaje de incremento de muertes en accidentes durante el kirchnerismo ascendió casi un 150 %. El retraso de la infraestructura, el descuido del estado de las rutas, la falta de señalización, el desmantelamiento de las policías de tránsito, en síntesis, la desidia y la inoperancia de la gestión "K" fueron las responsables directas o indirectas de más de 10.000 muertos.
Una contabilidad adecuada de las víctimas de la inseguridad, por su parte, debiera comparar el promedio de muertes "antes de K" y el mismo "durante K". Aquí la sorpresa sería "contraintuitiva", dando parcialmente la razón al argumento cristinista de la "sensión térmica de inseguridad".
En efecto, el crecimiento de los números nominales al igual que los porcentajes mostraría un nivel estadístico de muertes violentas más o menos estable (entre 5 y 6 cada 100.000 habitantes, el doble de Europa pero la mitad de USA y la décima parte que Brasil, por ejemplo) por lo que eximiría a Néstor y Cristina de este rubro, donde lo que sí se nota es un incremento de la violencia en los robos, hurtos y delitos contra la propiedad, así como el salvajismo de algunos asesinatos que reflejan la instalación en el país de las redes de narcotráfico -con sus métodos característicos-.
Cromagnon fue una transición en la que se conjugaron vicios del pasado con los que comenzaron a profundizarse con los tiempos K. La irresponsabilidad estatal, la indiferencia ante la vida, la frivolidad en el tratamiento de cuestiones de seguridad, la indiferencia por el dolor de las víctimas.
Tal vez no debieran imputarse en forma directa al kirchnerismo -quien gobernaba la ciudad era su aliado Néstor Ibarra- pero también fue una clara corresponsabilidad de los artistas, del propietario del local y -por qué no decirlo- de algunos concurrentes. Pero fue también la primera demostración de la indiferencia del matrimonio ante la tragedia ajena: no interrumpieron ni por un instante su "descanso" en Calafate para acercarse a las víctimas y compartir su dolor.
Pero donde sí el régimen "K" vuelve por sus fueros son las tragedias de la Estación Once y las inundaciones de La Plata. No existe justificación alguna para el deterioro en que circulaban -y aún circulan- los ferrocarriles, que cuanto más pobre es el nivel de sus usuarios más descuidados e inseguros son. Un accidente con una formación que circulaba a menos de 25 kms/hora produjo más de medio centenar de muertos y centenares de heridos -algunos, con secuelas de por vida- cuando vemos accidentes en Europa con trenes de alta velocidad con saldos de muy pocas vidas y algunos heridos.
En La Plata, la responsabilidad por la tragedia es inexcusable. Los avisos previos de alerta fueron reiterados por organismos técnicos y universitarios desde, al menos, una década antes. La desidia aquí fue claramente responsabilidad de las administraciones locales de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires, cuyas autoridades de Hidráulica han desaparecido de la escena con el argumento que habían "delegado" esas tareas en los Municipios. Tal vez habría que recordarles que la "delegación" puede realizarse sobre la ejecución de las obras, pero no de la responsabilidad que les toca. Tanto la gestión de Bruera como la de Scioli -y la anterior de Solá- comparten esos muertos con los Kirchner. Pero, en nuestra cuenta, son claramente muertos de Néstor y Cristina.
Como lo son los rápidamente ocultos casos de Julio Jorge López, de Mariano Ferreyra, de Carlos Fuentealba -compartido con la gestión local-, y de otros varios cuya lista abriría la ventana del recuerdo sobre casos que tuvieron su presencia periodística y fueron rápidamente tapados por el devenir denso y complicado de la vida nacional.
No hemos hablado sobre las víctimas de la trata, de la persecución policial por razones de intolerancia sexual, y de otras lacras similares. Concedemos que esta situación golpearía las conciencias hasta de Néstor y Cristina. Aunque recordemos que son, también, muchos, entre los que destacan Fernanda Aguirre y Marita Verón.En síntesis: sería injusto decir que Néstor y Cristina han sido los presidentes más sanguinarios de la historia. No sólo injusto: estaríamos lejos de la verdad. Pero no lo estamos si decimos que gracias a las falencias injustificadas de sus gestiones que administraron el mejor ciclo económico de las últimas décadas, a su desinterés por la seguridad y la vida de las personas comunes patentizada en las frases de Abal Medina y de Mariotto que encabezan esta nota, a su indiferencia tristemente modélica con el dolor ajeno, a su actitud tolerante con la corrupción y a la permisividad de la imbricación del narcotráfico con importantes escalones del poder el Estado, son responsables no de decenas de miles, pero sí de muchos centenares de muertes de compatriotas inocentes.

martes, 10 de septiembre de 2013

INSEGURIDAD: ¿QUÉ NOS PASA?


El delito sigue creciendo: debemos salir de nuestras casas en máxima alerta, los niveles de inseguridad se superan día a día. Siempre se encuentra un culpable de todo: el otro. Sin lograrse soluciones teóricas ni prácticas en lo inmediato. Todo se deja para cuando el conflicto se ha tornado inmanejable y la situación, extrema.
La respuesta social ante el "desmadre" ocurre, pero sin saber a ciencia cierta qué hacer. La violencia, en sus más variadas manifestaciones, se ha instalado de tal forma que, no sólo no parece tener solución a corto plazo, sino que devuelve la impresión de tener que acostumbrarnos a vivir con ella. Lo cierto es que el índice del delito sube, se diversifica y cambia permanentemente.
Quienes tienen la responsabilidad funcional no alcanzan a ver el círculo vicioso que ello encierra: los medios de prensa difunden la noticia que da cuenta de un hecho criminal, la sociedad se queja y reclama soluciones. Frente a esta situación, el Estado propone una única receta: la sanción de una nueva ley o la reforma de las que ya existen. No importa el camino, ni si la solución es la correcta o la más conveniente.
De tal suerte que este circuito desemboca en un derecho penal simbólico que da la impresión de que solo sirve para hacer creer a la sociedad que la tarea de salvataje de ésta está cumplida.
Pero, en tanto el crimen continúa avanzando a pasos agigantados; los medios de comunicación -nuevamente- difunden otra y otra noticia criminal… y la rueda vuelve a ponerse en movimiento. Y así seguimos, en el interior de un círculo vicioso que no exhibe salida. Y no tiene salida, porque no existe un plan concreto descontaminado de ideologías e intereses para enfrentar a la criminalidad y los verdaderos problemas de fondo (pobreza, exclusión, marginalidad, inmigración irregular, desigualdad social, etc.).
Leí hace unos días la siguiente expresión: "Esto sucede en la Argentina actual porque hemos perdido el rumbo del Derecho; hemos permitido que la violencia gane las calles, dejamos de ser un Estado “real” de Derecho (sólo lo somos desde un punto de vista “formal”). Casi nadie respeta la ley, y un país que no respeta la ley no tiene futuro...".
El avance de la criminalidad parece no tener retorno… y nadie hace nada. No parece existir una decisión política para detener esta oleada de inseguridad que asola desde hace ya mucho tiempo, mientras la ciudadanía decente, honesta y trabajadora mira asombrada e indefensa la inacción.
La anomia es una enfermedad que se ha apoderado, definitivamente, de los argentinos, en un país sumergido en el desconcierto. Algo hay que hacer antes de que sea tarde. El pronóstico dice mal tiempo y tormentas pero, frente a todo esto, cabe preguntarse si acaso no será ya demasiado tarde.

Te debo la respuesta.

jueves, 5 de septiembre de 2013

¿SE VIENE LA NOCHE DE LOS K? LAS CINCO ETAPAS DE UNA PÉRDIDA CATASTRÓFICA


El llamado método Kübler-Ross originalmente se aplicó a las cinco etapas por las que transitan las personas que sufren enfermedades terminales. Luego, se extendió a cualquier pérdida catastrófica (empleo, ingresos, libertad, divorcio).
El sistema se aplica perfectamente lo que está ocurriendo con la finitud política que hoy descubre Cristina Fernández.
Lo primero que le ocurre al afectado es caer en la negación. "Esto no me puede estar pasando, no a mí". Se trata, solamente, de una defensa temporal para el individuo.
Cristina la experimentó la noche de la derrota, cuando festejó como si hubiera ganado.
Luego, llega la segunda etapa: la ira.
Un par de días luego del colapso, en Tecnópolis, la presidenta arremetió contra la oposición a quién tildó de "suplentes" y pidió hablar cara a cara con los supuestos "titulares".
El tercer segmento es la negociación.
Cuando vio el precipicio tan cerca, la primer mandataria decidió decir: "Dios, déjame vivir en Olivos al menos un poco más, hasta que tenga 70 años y me den prisión domiciliaria".
Por ello, decidió negociar una suba en los mínimos de ganancias, un plan de seguridad con traslado de miles de gendarmes, mandó sus candidatos a desfilar por TN y hasta reconocieron problemas de inflación en el país.
El cuarto esquicio es la depresión.
Hoy, CFK ya mostró su pesar en varios twits. Conoce que se unirán en su contra para hacerla a un lado y que su plazo más largo en la política argentina se reduce a dos años y pico.
"Estoy tan triste, ¿por qué hacer algo? ¿Qué sentido tiene? ¿Por qué seguir?"
La última de las escalas es la más difícil: la aceptación.
Esa instancia, aún no llegó.
Podría producirse tras la nueva debacle que se produciría en octubre, en las próximas parlamentarias.
¿Por qué el Frente para la Victoria quedó tan sorprendido por los resultados del 11 de agosto pasado y por las actuales encuestas que les pronostican una muy pobre futura perfomance electoral?
Ellos incorporaron a la nómina estatal en una década un total de casi nueve millones de personas, lo que les daba un núcleo duro parecido a un cuarenta por ciento del electorado argentino.
En sólo diez años:
-otorgaron 2,3 millones de nuevas jubilaciones;
-designaron más de un millón de nuevos empleados públicos en la Nación, más las provincias e intendencias K;
-distribuyeron casi un millón de nuevas pensiones graciables;
-aceptaron a 700 mil supuestos discapacitados; premiaron con varios cientos de miles de planes para cooperativas a las agrupaciones políticas afines;
-entregaron 3,6 millones de asignaciones universales por hijo a familias carenciadas.
La ecuación les cerraba: prácticamente uno de cada dos argentinos estaba recibiendo algún tipo de remuneración o subsidio por parte de la Casa Rosada.
Sin embargo, se olvidaron de algo fundamental. La misma mala memoria que tiene el votante para castigar a los corruptos y malos administradores en el cuarto oscuro, la padece también a la hora de serle fiel a quién le entregó una dádiva en el pasado reciente.
La artificial devoción por Cristina cambiará de dueño cuando la chequera quede en otras manos.
Néstor sabía esto, por lo que le borró a la oposición el horizonte de alternancia en el poder, gracias a la reelección eterna de Santa Cruz o al plan "pingüino o pingüina" de Argentina.
Sin miedo, no hay fe.
Esta semana, pudo verse a Carlos Menem desfilando en la más absoluta soledad por Comodoro Py. Apenas, estaban junto a él su abogado y su hija, Zulemita.
Un buen espejo anticipatorio de lo que le espera a Cristina en un futuro no tan lejano.
Marcelo López Masia

miércoles, 4 de septiembre de 2013

LOS RELATOS VERGONZANTES DEL KIRCHNERISMO


Ante un panorama de desbande emocional e ideológico, sólo una persona salió, como siempre, a tratar de reconstruir el frente interno kirchnerista: la presidenta de la Nación. Y esta valentía, que podría parecer un mérito del conductor, parece ser en realidad una muestra de la debilidad del sistema de centralización que ella misma ha diseñado.
Qué bravo se ha vuelto ser kirchnerista y qué difícil también se ha tornado no serlo. Esta doble descripción, que ha ido creciendo durante la semana anterior, alcanza probablemente de modo único a los estamentos más politizados de ambas categorías, aunque no parece que le importe demasiado a los hombres y a las mujeres del común, quienes pelean la sopa de todos los días y no la supuesta gloria intelectual de quedarse con la razón ideológica.
Sin embargo, en esos dos rubros casi elitistas de kas y antikás, en los que por cierto hay muchos periodistas enrolados, los primeros la tienen complicada porque no dejan de tragarse sapos de continuo, cada vez más robustos e indigeribles, como los casos del general César Milani, la irrupción de la estadounidense Chevron y el corrosivo protagonismo judicial del ex secretario de Transportes, Ricardo Jaime.
En tanto, los otros, para hacerse un festín con el padecer de los primeros, han ido tirando aceleradamente por la borda muchos de los principios que sostuvieron, aún en aparente minoría frente al signo de los tiempos, sobre el carácter bidireccional de la guerra sucia de los ’70 o sobre lo grave que podría resultar la reestatización de YPF.
Si bien han sido patéticas las volteretas de muchos opositores en estas dos cuestiones sólo por relamerse ante las adversidades ajenas, el desconcierto kirchnerista ha resultado ser monumental. Es como si en estos últimos días, más con pudor que con vergüenza todavía, muchos oficialistas hubiesen descubierto que el relato era inconsistente o peor aún, que estaba siendo presentado adrede de modo incompleto.  
Esta confusión no sólo se dio entre los dirigentes de todos los niveles, más interesados en mantener el actual statu quo, que les permite la subsistencia o entre profesionales muy lúcidos que han sido captados para defender el proyecto, sino que también se verificó entre los militantes de pico y pala, aquellos que salen a hacerle al aguante a la Presidenta, subiéndose a cuanto micro desvencijado se flete para ir a cantar por la liberación.
No todas las personas son iguales y habrá que ver para cuántas de ellas lo que viene sucediendo como catarata se convierte en el fin de las utopías, pero seguramente algunas cosas se deben haber movido por estos días dentro de la cabeza y el corazón a muchos kirchneristas de ley, quienes fueron sometidos a fuego graneado de parte de su propia tropa: no lograban reponerse de una situación, cuando ya otra movida originada en el propio gobierno que sostienen volvía a dejarlos ideológicamente en off side.
Bastante difícil ya se les hacía explicar a los oficialistas cosas de la vida diaria, como la inflación. Ya hacía mucho que en las ruedas familiares, de amigos o en la oficina, hasta los más defensores del relato K habían abandonado la dialéctica que suele usar Guillermo Moreno, la de justificar la intervención del INDEC para evitar los supuestos negociados que hacían las consultoras con la venta de los índices de precios para inflar el CER, matizada con la necesidad del congelamiento en nombre de la decisión del Estado de velar por los bolsillos de la gente.
Tampoco nadie quiere hacerse cargo de decir qué pasó con la tropa de muchachos que iba a ser puesta a controlar los precios en los supermercados, decisión que tomó la Presidenta para darle aire a La Cámpora que, a su vez, le ha pagado con una borratina casi de desacato.
Ni que hablar de la Supercard, la tarjeta que iba a funcionar casi como la vieja libreta del almacenero y que iba a estar lista en abril, la misma que iba a ser gratuita para todos y todas y que a mediados de julio nadie tiene, porque apenas están los formularios, porque tendrá costo y porque el banco que las emite necesita tomar algunos recaudos mínimos sobre los ingresos de los solicitantes.
Fracaso sobre fracaso, ya casi no hay ningún K que se anime a copar la parada en estos temas cotidianos ni siquiera en una discusión de entrecasa: una simple visita al supermercado y la comprobación de tantos dislates, retruca todos los argumentos. De todo esto, como de muchas otras tropelías de Moreno, ya no hay casi quien se haga eco. Un codazo a tiempo de alguna ama de casa racional hace callar hasta a los más catequizados.
Tampoco se habla demasiado de los CEDIN, un derivado del cepo cambiario que se inventó para mitigar la crisis de dólares que provocó durante 10 años la catastrófica política energética del Gobierno, cuyo objeto es darle un canal a la plata del blanqueo, mucha de ella de origen incierto, con la excusa de la revitalización inmobiliaria. Hasta el propio titular de la UIF, José Sbatella le ha pedido a los bancos que no le informen las “operaciones sospechosas” porque tiene miedo de tener que rechazar las divisas que su Gobierno espera como el maná.
Y ya casi no se discute de ninguno de estos temas porque el kirchnerismo gastó mucha saliva para sostener argumentos a favor de la Ley Antilavado y ahora, como cambió la bocha, tiene que alabar la permisividad que permite el blanqueo, todo sea para reponer por un rato las reservas que se le van, en un goteo incesante, otro de los paradigmas que ya los defensores del Gobierno no pueden usar como evidencia de bonanza.
El silencio kirchnerista sobre los CEDIN puede tener que ver con esas cuestiones morales o con cierto temor por la presencia de narcolavadores en la Argentina, pero lo cierto es que el instrumento no termina de salir a la cancha, primero, porque hay muy pocos que blanqueen dólares por ahora, quizás debido a las elecciones y segundo, porque la mayor parte de las operaciones no se canalizan hacia el mercado secundario, sino que se cobran en dólares-billete, contantes y sonantes.
Ya desde las incongruencias, a los defensores del modelo les cuesta también sostener argumentos en este tema, porque hasta hace unos meses nomás, hacían pata ancha nacionalista con la pesificación y ahora, resulta que el Gobierno quiere dolarizarse haciendo circular un sucedáneo de la moneda estadounidense, justo la que la Presidenta envidiaba no poder emitir.
En materia política, los mismos que hasta hace quince días decían que Daniel Scioli era un “chirolita” del establishment, casi un demonio, porque no lo veían como la continuidad del modelo y le criticaban haber explicitado su aspiración presidencial, ahora les cuesta reconocer que el gobernador parece haber pasado a ser un “chirolita” de Cristina Fernández, elevado nuevamente a los altares K sólo por cuestiones electorales.
Por supuesto, que en materia de inseguridad ya no hay quien se anime a sostener una discusión. Los kirchneristas más recalcitrantes se niegan también a hablar de este tema, ante los ejemplos de todos los días de robos y muertes o a seguir la tesis oficial de que la culpa la tiene la Justicia, cuando se sabe que hasta hace poco desde las esferas oficiales se estimulaba el garantismo.
Ya tampoco tienen demasiado aire para rebatir a quienes les dicen que, como diputado, Martín Insaurralde no hará nunca desde su banca lo que muestra como logros de seguridad en Lomas de Zamora, tal como el candidato que se busca instalar para octubre en la provincia de Buenos Aires, equivocando los roles o subestimando a la gente, se empeña en asegurar. 
Pero, hay cosas más graves para el estrés que acosa al kirchnerismo: muchos quienes se jugaron a decir que el acuerdo con Irán era necesario para llegar a la verdad y apoyaron un tratamiento exprés en el Congreso, ahora, tal como hacen los persas, no saben/no contestan. Fue muy duro para el universo oficial el acto al recordarse el 19 aniversario de la voladura de la AMIA, no sólo por los discursos, sino por el tenor las demandas, que involucraron nada menos que la conducta del Estado: se está operando para esconder, antes que para esclarecer, se dijo.
Ante tal aluvión de contrastes, no parecía que la situación pudiera empeorar demasiado para los defensores de la fe kirchnerista. Sin embargo, nunca nada es poco, cuando la bocha viene cambiada. Y durante la semana que pasó, tres nuevas cuestiones les estallaron en la cara y dejaron sin habla a quienes defendían un modelo que ya no parece ser tan igual.
En primer término, la cuestión de los derechos humanos, tal como la encararon los gobiernos de Néstor y Cristina desde el minuto uno de su gestión, para muchos sobreactuada porque su pasado no indicaba que fuese un tema que les interesara, fue un caballito de batalla que le sumó muchos adeptos al kirchnerismo. Nada menos que esa cuestión quedó puesta en la picota por la aparición en el firmamento del general Milani para hacerse cargo del Ejército.
Se podrá discutir si como oficial de bajo rango verdaderamente protagonizó acciones desdorosas para su uniforme, lo que deberá dilucidar en todo caso la Justicia, pero lo que no tiene antecedentes es que con él se siga una línea diferente a la que se llevó a cabo con otros oficiales y suboficiales también sospechados. Además, muchos kirchneristas que no abordan el tema por recato, tienen dudas sobre si el general es leal o si el topo de un Ejército que busca volver por sus fueros. Casi desde las acciones de los carapintadas contra Carlos Menem en diciembre de 1990, la foto de un militar de tal graduación no ocupaba las primeras planas de los diarios.
Otro misil para el relato fue la aparición estelar de Chevron, pero no tanto por la lógica del negocio petrolero, sino porque haberse llenado tanto la boca de la “soberanía hidrocarburífera” hace apenas un año, dejó patas para arriba a todos los que compraron aquel argumento de estatismo nacionalista. Pero, además, la falta de transparencia del acuerdo, dejó abierta todas las puertas para imaginar demasiadas concesiones.
Tal es así, que la provincia del Neuquén, una comunidad que sabe que el futuro está debajo de la tierra, ha dicho que quiere participar del negocio y abrir las cláusulas, porque al fin y al cabo es la dueña del recurso y se le quiso vender, como al resto de los argentinos, el paquete llave en mano. Esta vez el “firme acá” parece que no le cerró a la provincia, pero tampoco a los desencantados defensores a todo trance de la estatización de las acciones de Repsol.
Por último, aunque habrá mucho más en los próximos días, el show del ingeniero Ricardo Jaime, ex secretario de Transportes e íntimo del ex presidente Kirchner acaparó la atención judicial. El cordobés, quien fue ministro de Educación de Santa Cruz, se profugó ante el pedido de cárcel que le hizo un juez y necesitó una semana para que se lo eximiera de prisión. De esta descomposición tampoco se habla en círculos kirchneristas.
Ante todo este panorama de desbande emocional e ideológico, sólo una persona salió, como siempre, a tratar de reconstruir el frente interno, la presidenta de la Nación. Y esta valentía, que podría parecer un mérito del conductor, parece ser en realidad una muestra de la debilidad del sistema de centralización que ella misma ha diseñado. La reacción es lenta porque nada se hace sin su venia, nada se puede pensar, ni discutir, ni opinar sin su bajada de línea. Y esto también empieza a ser resistido, cada vez con mayor énfasis, por la tropa que defendía la cosa a ultranza.

Por Hugo E. Grimaldi

martes, 3 de septiembre de 2013

ARGENTINA - FRENO A LA CHAVIZACIÓN PERO SIGUE OFERTA Y DEMANDA DE POPULISMO



Que la gente quiera ponerle un límite a las ambiciones de poder absoluto del oficialismo no significa que se haya terminado con la oferta y demanda de populismo.
El primer dato a tener en cuenta es que en líneas generales la oposición en la provincia de Buenos Aires proviene del kirchnerismo. Massa, Giustozzi o el mismo Alberto Fernández formaron parte del gobierno kirchnerista o lo apoyaron. En hora buena que hayan advertido que el kirchnerismo se ha pasado de vueltas y que su política no es solamente la de regulaciones económicas, desborde fiscal y monetaria y cosas por el estilo. En rigor advirtieron que el famoso proyecto del vamos por todo apunta a destruir el sistema republicano de gobierno para establecer una dictadura disfrazada de democracia.
Francamente me resulta poco convincente escuchar a ex funcionarios kirchneristas decir que este no era el proyecto de Néstor. No nos engañemos, este era el proyecto de Néstor aunque posiblemente su estrategia para ir por todo hubiese sido diferente al de CFK, pero claramente desde el inicio de su mandato se observó una fuerte inclinación por la confrontación, la descalificación y un escaso respeto por las instituciones. La diferencia entre Néstor Kirchner y CFK es que la actual presidente aceleró a fondo el vamos por todo pero en un contexto económico que dejó de serle favorable ni bien ganó las elecciones de 2011.
Otro dato que hace dudar sobre el fin de ciclo kirchnerista es la composición de los equipos económicos del massismo. Economistas que por profesión tienen la habilidad de ir acomodándose en gobiernos tan disímiles como el de Menem, Duhalde, Kirchner y CFK, no son economistas confiables, son mercenarios al servicio del ganador. Dirigentes empresarios que hasta ayer formaban parte del coro de aplaudidores en los discursos desde el atril y economistas que hablan más como políticos que como profesionales de la economía forman parte del “equipo económico”. Me parece bien que opten por tener un discurso político en vez de rigurosidad económica, pero sería bueno, a mi entender,  que aclaren que están hablando como políticos y no como economistas.
Si uno mira la provincia de Buenos Aires, donde el massismo parece que va a tener una victoria importante en octubre, no advierte un cambio de políticas públicas respecto a lo que hoy se hace. Sí reconozco que, de ser gobierno, no cometerían las barbaridades de Moreno o Kicillof. Pero lejos está la comprensión de entender la economía como un sistema integral de reglas económicas e institucionales en la oposición.
La gran mayoría de los partidos opositores también se diferencia del oficialismo en términos de no ir por todo (arrasar las instituciones) pero cuesta  diferenciar su discurso económico respecto al del oficialismo. Es como si casi todo el arco opositor tuviera un mal diagnóstico de los problemas económicos o no se atreve a decir públicamente las medidas de fondo que habría que tomar para salir de la decadencia económica del kirchnerismo. Algo así como un discurso en el que sostienen que van a hacer un kirchnerismo bueno.
También es posible que entiendan el problema y no se animen a enunciar las medidas porque espantarían al electorado. Lo dudo, pero sí me parece que buena parte del electorado sigue demandando populismo al tiempo que detesta pagar los costos del mismo. Protesta por el impuesto a las ganancias pero, al mismo tiempo, parece demandar más Estado paternalista. No veo tampoco en la sociedad aceptar que las estatizaciones de empresas públicas hayan sido un desastre y se imponga un nuevo proceso privatizador que, por supuesto, tiene que ser hecho con más transparencia y mejores marcos regulatorios de los que en general se aplicaron en los 90.
Tampoco veo a una sociedad rechazando el sistema de jubilaciones estatal que es inviable, para volver a un sistema privado mejorado al que se aplicó en los  90.
El listado podría seguir, pero basta con estos ejemplos para tratar de mostrar que tal vez la sociedad está pidiendo un cambio, pero ese cambio no es de fondo, sino limitar el vamos por todo del oficialismo junto con los costos que hay que pagar por el populismo (inflación, alta carga impositiva, desinversión, etc.)
También es posible que el primer objetivo que se haya planteado la gente es frenar las ambiciones de poder absoluto del oficialismo y luego ver la salida económica dado que, finalmente,  si el oficialismo pierde en octubre las elecciones, la oposición no manejará el Ejecutivo, lo máximo que puede lograr es frenar el Cristina eterna y algún proyecto de ley disparatado del oficialismo.
No me queda claro que si el oficialismo es derrotado en octubre, se acabe un ciclo de populismo y se entre en la era de la razón económica, pero sí podría lograrse frenar el camino a la chavización que propone el oficialismo.
De todas formas, si este es el escenario, la buena noticia es que la gente, en todos estos años, comenzó a comprender la importancia de limitar, aunque sea en cierto grado, el poder de los gobiernos.
Si comparamos con 10 años atrás vemos que se habla cada vez más de calidad institucional, tema que solo tratábamos un puñado de economistas y analistas políticos. Para el grueso de la sociedad el tema institucional era una cuestión lejana que no le interesaba. Hoy sí parece interesarle tener una justicia que no sea un apéndice del Poder Ejecutivo, que no haya re reelección indefinida y los escándalos de corrupción no parecen poder taparse con una fiesta de consumo artificial que se agota rápidamente.
En síntesis, para tratar de ser optimista, diría que esta postura más institucional de la gente es un paso adelante, entendiendo por tal limitar el poder absoluto. Pero no nos engañemos, todavía queda un largo camino que recorrer para terminar de relacionar la incompatibilidad entre calidad institucional y populismo. Le falta entenderlo a la gente y a la dirigencia política.
Roberto Cachanosky


lunes, 2 de septiembre de 2013

CRISIS DE INFRAESTRUCTURA: LA DÉCADA PERDIDA


Accidentes ferroviarios, rutas en mal estado, inundaciones y las crecientes importaciones de energía muestran la falta inversiones de largo plazo.
Energía y transporte son probablemente las dos dimensiones fundamentales para la infraestructura de un país, porque son las que hacen posible el funcionamiento de la economía, la generación de recursos y la circulación de personas.
El listado de necesidades es extenso:
·         Construcción de centrales de energía hidroeléctrica, eólica y térmica,
·         Recuperación de las redes urbanas de distribución de electricidad
·         Instalación de puertos regasificadores
·         Exploración de la plataforma submarina
·         Explotación del yacimiento de Vaca Muerta
·         Modernización de los ferrocarriles de cargas
·         Trazado de líneas troncales para trenes de pasajeros
·         Ampliación de la red de subtes entre 30 y 80 kilómetros
·         Construcción de 3 mil a 4 mil kilómetros de autovías
Como si fuera poco, el incendio del pasado 2 de abril de la destilería que la empresa estatal YPF posee en la localidad bonaerense de Ensenada, ha determinado que YPF tenga que importar en 2013 hasta un 6 por ciento más de combustible de lo que había previsto, tal como manifestó el presidente de la petrolera, Miguel Galuccio.
La década perdida
El economista Alieto Guadagni (profesor universitario y ex secretario de Energía de la Nación en dos oportunidades) manifestó que "esta ha sido la década perdida. El déficit y la descapitalización del país fueron tremendos. No se trata de hacer una obra, sino de un gran programa de inversiones", en entrevista realizada por Infobae.
"El actual es un modelo de capitalismo de amigos con una estructura corrupta. Hay que ir hacia un sistema competitivo, con movilización de inversiones. Necesitamos un cambio copernicano: modificar el régimen tributario y la coparticipación impositiva, jerarquizar la administración pública, nombrar a los directores nacionales por concurso, regularizar los entes reguladores, revocar todas las concesiones hechas de una manera turbia a los amigos del poder que no han invertido y terminar con las corruptelas en las obras públicas", indicó Guadagni.
Roberto Agosta, decano de la Facultad de Ingeniería de la UCA explicó que "Brasil está realizando un plan parecido al que estoy describiendo, aun teniendo en cuenta que es un país que hizo muchísima más infraestructura que Argentina en los últimos 50 que años".
Emilio Apud, ingeniero industrial y ex secretario nacional de energía subrayó a Infobae que "Salir del estancamiento energético es un objetivo poco ambicioso si consideramos la gran cantidad y variedad de recursos energéticos con que cuenta nuestro país. De todos modos, aunque se iniciara ese cambio ahora, durante unos 5 años tendremos que seguir importando cantidades crecientes de gas natural, que hoy representan el 25 por ciento del consumo. Debemos recordar que el 50 por ciento de nuestras necesidades energéticas se cubren con gas".
La necesidad de financiamiento externo a largo plazo
"Todo el plan supone una inversión de varios miles de millones de dólares. Parece mucha plata, pero hay que pensar que el producto bruto (PBI) argentino es de 450 mil millones de dólares. Además, en subsidios al transporte hemos gastado 4 o 5 mil millones de dólares en los últimos diez años. No es que los recursos no hayan estado disponibles, sino que los hemos usado para otras cosas", afirma Agosta.
"Para tener un sistema energético que aproveche y ponga en valor los recursos, se requeriría para los próximos 7 años una suma superior a los 80 mil millones de dólares, incluyendo exploración convencional y off shore de hidrocarburos. Cifra pequeña comparada con los más de 90 mil millones que deberíamos gastar para importar en ese período al ritmo actual", explica Apud.
¿Pero cómo se obtiene esa inmensa cantidad de recursos? Más allá de que se puede hacer un uso más eficiente de las cuentas públicas, es evidente que no alcanzan a cubrir inversiones semejantes.
"No son obras que se puedan financiar con una sola generación -dice Agosta. No sería lógico. Habría que conseguir financiamiento de largo plazo, para que los aportes sean realizados por varias generaciones, ya que todas se van a beneficiar con los resultados".
"¿Por qué Argentina tiene un riesgo país de 1.300 puntos y Bolivia levanta capitales al 3,5 o 4 por ciento? La primera medida a tomar es dejar de mentir con el Indec. Hay una secuencia lógica: mientras se siga mintiendo, no se puede arreglar el artículo cuarto del Fondo Monetario Internacional. Mientras no pueda resolver eso, no se puede acordar con el Club de París. En tanto eso no suceda, no hay posibilidad de acceder al crédito blando de los países exportadores de bienes de capital", sostiene Guadagni.
El desafío es que esos créditos no se dilapiden. Si no, Argentina volvería a quedar frente a la misma disyuntiva sin salida de siempre: acudir a un endeudamiento irresponsable que no se utiliza en beneficio de la sociedad, pero que de todos modos termina siendo pagado por ella; o, para evitar el endeudamiento, continuar con el deterioro de la infraestructura nacional.