Cantera Popular

Cantera Popular

miércoles, 20 de febrero de 2013

EL POPULISMO ES LA DEMAGOGIA DISFRAZADA DE CORDERO



Demagogia populista: la otra cara de lo popular
Hablar de “populismo” y no hablar de “demagogia”, sería como hablar del Yin sin el Yang. A pesar de lo trillado del tema –varios ensayos se han escrito al respecto-, mi intensión es simplemente acotar una opinión más, sobre el por qué resulta tan difícil separar a estos dos supuestos oponentes y porque uno se convierte inevitablemente en la deformación del otro.
Las diferencias existentes entre populismo y demagogia, muchas veces resultan en un anagrama en donde los significados se confunden y tienden a perder su concepto. Si bien apelan a similitudes, -sobre todo en el modo de empleo- ambos presentan notorias discrepancias, a saber:
El “populismo” es considerado la fuerza de acción, por la cual los dirigentes de un partido buscan alcanzar el poder a través del pueblo, respondiendo por este y orientando su discurso a la combativa contra las clases sociales acomodadas y el rechazo de las políticas tradicionales y sus métodos.
Fueron muchos los personajes que a lo largo de la historia han abrazado sus alcances.
La aparición de este fenómeno social, como tal, esta ligado muy férreamente al convencimiento de las grandes masas por parte de algunos entes, destinados a dirigir la vida política de un determinado territorio. Éstos en su oratoria, dejan vislumbrar nuevos caminos de participación, dando una arista de pertenencia y decisión voluntaria a las elites más marginadas de la sociedad.
“Demagogia”, significa dirigir al pueblo y designa la manera de conseguir poder político apelando a los sentimientos, demandas, vicisitudes, miedos y esperanzas del pueblo para lograr su apoyo. Entre las formas más empleadas de demagogia figuran la oratoria, la propaganda y demonización.
-Hasta aquí, no pareciera haber grandes interrogantes, pero veamos:
El populismo pretende visibilizar a los sectores menos pudientes, con política que instauren doctrinas dogmáticas afines a sus necesidades cotidianas. Se establecen marcos regulatorios que contemplen en el seno legal, las nuevas medidas a adoptar y reemplacen o restringa las que son adeptas a las clases más conservadoras.
«Cabe aclarar, en este punto, que muchos gobiernos conservadores (llamados clásicos), se han catalogado como partidarios del populismo, defendiendo los intereses económicos de las clases altas en contraposición de las clases bajas. Esto es y porque a su manera de ver, las clases bajas son de por sí, una mayoría plural con intereses impuestos por naturaleza y por lo tanto no requieren de otras representaciones sectorial».
-Aclarado esto, sigamos
Estas políticas populistas, presentan dos grandes connotaciones que las colocan en una encrucijada ante los ojos de sus seguidores: populismo positivo y populismo negativo.
Es considerado positivo, en el mismo momento en que se promueve construir el poder a partir de la adhesión popular, la inclusión, el ordenamiento de las leyes y la representación social y política.
El sentido negativo o peyorativo del populismo, hace hincapié en las políticas que son reaccionarias al bienestar del país, trayendo inestabilidad económica y frenando su progreso. Sólo tratan de conseguir los votos de sus simpatizantes sin importar las demandas.
De estas dos connotaciones se desliza que la primera, se asemeja más a la definición de populismo, en cuanto, éste aboga por el bienestar del pueblo. En tanto que el populismo negativo, se relaciona al concepto de demagogia, en tanto apoya sus políticas en la manipulación y adulación del pueblo, mediante argumentos aparentemente verdaderos -pero que una vez en el poder- sus beneficios son redituables para unos pocos.
Aristóteles, «quien definió la demagogia en la Antigua Roma» afirmaba que cuando un gobierno popular pone las leyes a disposición de las masas, abre el camino a los demagogos, a quienes considera falsos aduladores del pueblo.
Los demagogos en democracia, son considerados un arma de doble filo, puesto que a raíz de implementar medidas autoritarias o tiránicas, –concluye el filósofo- han logrado instaurar regímenes dictatoriales en nombre y a favor del (supuesto) bienestar de las masas.
De esta forma podemos decir que: el populismo es la masa integradora y representativa de un gobierno que conjuga su poder a favor y por el pueblo. En tanto la demagogia es la búsqueda de las masas a favor de aferrarse al poder y (que) a la larga olvida las obligaciones contraídas con el pueblo.
-Todo lo dicho, es un resumen de lo que podemos encontrar en varios textos y tesis. No hay nada nuevo. Pero a sabiendas de lo anterior, podemos preguntarnos ~cuál es el motivo que lleva al populismo a variar en demagogia~.
Tomando como ejemplo el carácter populista del actual gobierno, vemos que ha logrado instalarse en el poder gracias a las masas. Fue el pueblo, deseoso de satisfacer sus necesidades de una nueva realidad política, el que fijó las bases que el Kirchnerismo supo aprovechar muy convenientemente.
La realidad política cambio, las masas se hicieron presente y la participación del pueblo fue absoluta. Se extendieron nuevos lazos de cooperación y se logró instaurar el concepto redundante de lo popular.
Pero con el tiempo, lo popular suele mutar en algo menos pluralista y más egoísta. Es aquí donde aparece el sentir demagogo de los que supieron alcanzar el poder gracias a las masas. Esto es debido, justamente, a un sentido propio e individualista que se tiene sobre el control del pueblo.
Néstor Kirchner -¿conscientemente?- dejó divisar esta demagogia populista desde el momento en que instauró como agenda de gobierno, la pelea contra el grupo Clarín. Si estabas a favor del grupo, estabas en contra del gobierno y por lo tanto dejabas de defender las ideas populistas. Aquí se hace presente una de las formas de la demagogia: la demonización.
Cuando un gobierno, decía Aristóteles, deja de interesarse en el pueblo para perseguir los interese de unos pocos, se convierte en un gobierno desvirtual y oligárquico. Y si se trata de un gobierno populista, su conversión es inevitablemente hacia la demagogia.
Hoy en día, Argentina, está atravesando por esta realidad reaccionaria y contradictoria a toda postura populista. Los anuncios desmedidos, las falacias, las manipulaciones en estadísticas y datos, las demonizaciones y las tácticas de despiste, son conductas propias de las demagogias.
Son estas conductas las que deberían alejarnos de los gobiernos que se dicen populares, pero gracias a su consentimiento, por parte del pueblo, es que siguen surgiendo como salvadores de las masas.
Por esta razón, Aristóteles, rechazaba la contemplación de una democracia en estado absoluto, debido a que es inevitable la tentación de caer en una demagogia.
El gobierno actúa como populista, sin embargo, el tránsito diario de las aptitudes demagogas, –y a pesar de la negativa de muchos- hace pensar que la instauración de un gobierno demagógico no popular, está por hacerse realidad.
¿O a caso, no lo es ya?

No hay comentarios:

Publicar un comentario