Cantera Popular

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sábado, 16 de febrero de 2013

DE MILITANTES "IDEALISTAS" A POLÍTICOS "BURGUESES"



El Gobierno reivindica a los jóvenes de las organizaciones armadas de los '70 argumentando su compromiso colectivo. ¿Pero cómo cambió la vida de algunos de ellos que hoy son funcionarios? Duras acusaciones de ex compañeros.
“Yo nunca los tomé como jóvenes idealistas. A pesar de haberme enganchado en eso, me daba cuenta de que conmigo eran muy duros porque venía de otro tipo de familia. Ellos querían lo que yo tenía, y por eso muchas veces me maltrataban. Querían plata. No es que se metieron ahora en esa: estuvieron siempre, pero antes con una excusa más presentable”, afirma en diálogo con Infobae Silvina Walger, periodista y militante montonera en su juventud.
Más allá de las fuertes críticas de Walger y de las denuncias que pesan sobre muchos de los que participaron de las organizaciones guerrilleras por los asesinatos y las acciones violentas que cometieron, en los últimos años fueron relegitimados por el kirchnerismo.
Las menciones a esa experiencia histórica están muy presentes en los discursos de los dirigentes de La Cámpora y de distintos funcionarios. Hasta el canal público Incaa TV difundió meses atrás un documental apologético con la figura de Mario Firmenich, jefe de Montoneros: “Una película indispensable de la resistencia que logra revivir las utopías perdidas”, decía el sitio web del canal en su promoción del film.
Uno de los aspectos que más se destaca de esa generación de militantes es que estaban dispuestos a morir por una causa colectiva, que los trascendía. Un compromiso político semejante sería lo opuesto a la política llamada “burguesa”, en la que los dirigentes sólo se preocupan por hacer carrera y escalar posiciones.
¿Pero qué pasó con esos valores colectivos cuando la democracia se consolidó y la generación del setenta empezó a ocupar cargos públicos?
Adaptarse a las reglas de la democracia
“Son contextos muy distintos. Por eso la adaptación resulta natural. Es como si uno estuviera navegando en el mar hasta que llega a la costa. Pretender continuar con la embarcación en tierra firme sería un contrasentido”, explica a Infobae el sociólogo Marcelo Langieri, que fue un cuadro peronista en esa época.
“No se le puede exigir al militante que proviene de esa experiencia que ahora pretenda imponer los mismos valores, luego de que fueron derrotados. Sería muy difícil”, agrega.
Juan Carlos Dante Gullo es uno de los ejemplos más conocidos de dirigentes que se formaron en los sesenta, en un contexto de dictaduras y revoluciones, y que con la consolidación de la democracia continuaron actuando en política (Ver recuadro con la lista completa). Actualmente es legislador de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente para la Victoria, pero fue un referente de la Juventud Peronista de los setenta y asesor en Asuntos de Juventud durante la presidencia de Héctor Cámpora en 1973.
A pesar de que el contexto es muy diferente, en diálogo con Infobae, Gullo sostiene que los valores que defiende siguen siendo los mismos. “Muchos de nosotros generamos las condiciones para incorporarnos a fortalecer la democracia desde un peronismo de liberación y progresista. Seguimos pensando en términos colectivos, para que prevalezca la política por sobre cualquier forma de personalismo o de apariencia. Apostamos a la fortaleza del partido, del movimiento y de todas las instancias organizativas”.
Pero no todos piensan lo mismo. Un caso es el de Alcira Argumedo, que es diputada nacional por Proyecto Sur y socióloga, y también tiene una larga trayectoria militante. Estuvo cercana al peronismo revolucionario y fue secretaria de Cultura de la Provincia de Buenos Aires entre 1973 y 1974.
“Hubo un cambio muy sustantivo -dice a Infobae-, que podría deberse a una quebradura moral y al ingreso en cierto posibilismo, por el que muchos empezaron a actuar con individualismo. La situación es un poco rara porque participaron de casusas por las que estaban dispuestos a dar la vida y en las que murieron o sufrieron muchísimo personas muy cercanas”.
Además de que se trata de un momento social muy diferente, una posible explicación del cambio de conducta es que el proyecto del que participaban terminó siendo derrotado. “Esas grandes derrotas populares luego de una experiencia límite, tan deshumanizante, generan secuelas muy fuertes. Hay una imposición de la idea de fracaso”, afirma Argumedo.
La política como una carrera individual
“Dante Gullo tiene una agencia de publicidad que le hace todo a La Cámpora. Lo de Carlos Kunkel es gravísimo: más no ha podido robar. Y no puedo ni decir la cantidad de plata con la que se quedó Nilda Garré de la época de Carlos Menem, porque todos ellos fueron beneficiados por su Gobierno. Es gente que no tiene escrúpulos y que se suponía que daba la vida por la patria, pero terminó afanando. Esa es la verdad”, sentencia Walger.
Las sospechas de corrupción no son el único contraste que podría aparecer frente una práctica política idealista. Los miembros de la generación del setenta que hoy integran las filas del oficialismo son también criticados por pertenecer a un Gobierno que -dicen sus críticos- lejos de resolver los problemas colectivamente concentra las decisiones en la Presidente, y todos los demás deben hacerle caso.
“El mensaje que pareciera darse desde la Primera Magistratura es el de Luis XIV: ‘Después de mí, el diluvio’. ‘Soy absolutamente irremplazable’”, asegura Argumedo.
Ante esas críticas, Gullo argumenta la gran importancia que tiene Cristina Fernández de Kirchner para ellos. “No sólo es la Presidente, sino que a su vez es la referencia del partido y del movimiento, y eso es muy fuerte para nosotros. Esa condición no la va a perder Cristina. Para nosotros es una figura muy fuerte, es la que mejor está sintetizando este momento del país, de la región y del mundo”.
Pero Argumedo insiste con las contradicciones que tendría esa forma de pensar con los valores defendidos en épocas pasadas. Y cita dos casos para mostrar que no todos se transforman tan radicalmente con los años.
“Pepe Mujica tiene una historia muy pesada, pero más allá de tener una política bastante moderada como Presidente de Uruguay, continuó con una conducta coherente con su historia y la de su mujer, que fue dura. Lo mismo pasa con la Presidente de Brasil, Dilma Roussef, que hasta fue torturada, y en su lucha contra la corrupción ya ha bajado unos once ministros”.
“Son dos ejemplos que contrastan con los casos de algunos militantes que consideraron que necesitaban cierta forma de compensación por los sufrimientos atravesados, por haber estado presos o por alguna otra razón. Esto les ha dado una mayor endeblez en sus definiciones y una visión más prebendaria. Es bastante doloroso ver estas agachadas de antiguos compañeros”, agrega.
El Gobierno y la causa de los setenta
“El kirchnerismo ha retomado discursivamente algunas cosas de la militancia de los setenta. Pero programáticamente no tomó nada”, dice Langieri.
Según Walger, se trata de una estrategia política que resultó exitosa, a pesar de no tener demasiado sustento. “Cristina Kirchner no se metió nunca en nada. No tiene idea de lo que es la militancia y el sacrificio. Pero ella y su marido aplicaron la estrategia más inteligente que yo he visto en Argentina desde que volví del exilio. Acudieron a las culpas más grandes que tenía este país en relación a los desaparecidos y a toda una parte de la historia que había sido negada hasta ese momento. Y tomaron a las Madres, que se corrompieron con una facilidad que todavía me asombra”.
“Lo que se está planteando ahora es la apropiación de una historia para legitimar una política. Como dijo Carlos Marx: ‘La historia se repite: primero como tragedia y después como farsa’. Acá hay mucho de farsa”, concluye Argumedo.

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