Cantera Popular

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sábado, 9 de febrero de 2013

"CABEZAS QUEMADAS": CÓMO FUNCIONAN LOS CALL CENTERS DE ALPEROVICH



Con la plata de los contribuyentes, el gobernador José Alperovich paga subsidios millonarios a empresas de call centers, en los que se somete a unos 6.000 jóvenes tucumanos a un trabajo que en muchos casos ocasiona graves problemas de salud.
Alperovich se hace cargo -con el dinero del Estado-, de alquilar inmensas instalaciones para estas empresas multinacionales, les paga un subsidio por un porcentaje del sueldo de cada empleado, e inclusive se hace cargo de los difusos “gastos que ocasiona el reclutamiento del personal, de la capacitación y de la publicidad del emprendimiento”.
El trabajo en call centers es de altísima rotación. Se trata de empleo descartable, pues los jóvenes no soportan demasiado tiempo realizando una actividad de altísimo desgaste psíquico y emocional, por la presión de tener que atender en seguidilla a personas de cualquier parte del mundo, que realizan reclamos o consultas –generalmente en forma agresiva- por servicios de empresas que muchas veces están a miles de kilómetros de Tucumán.
“La enfermedad de los call centers”, o “El síndrome de Burn Out”
A tal punto es reconocido este desgaste en los empleados, que existe en la medicina laboral “La enfermedad de los call centers: el Síndrome del burn out”.
"Burn out" es traducido literalmente como "quemarse". Se trata de un estado de vacío interior, de desgaste espiritual, de "infarto al alma", en el que la persona afectada no sólo ha gastado sus energías recargables, sino que su sustancia ha sido atacada y dañada.
El concepto de "burn out" o quemadura interna fue creado por Herbert Freudenberger haciendo una metáfora con los restos de un edificio consumido por un incendio. Hace referencia a la sensación de destrucción completa al interior de una estructura, mientras que hacia el exterior la estructura se mantiene.
Este síndrome es propio de lugares de trabajo donde los trabajadores -con el fin de cumplir con altísimos niveles de rendimiento- son víctimas de grandes presiones. El exceso de trabajo, sobre-exigencias para cumplir altos niveles de productividad, alto control y vigilancia constantes (basados en un régimen de premio-castigo) aportan gravemente a la aparición del síndrome del “burn out".
En el caso de los call centers es normal que condiciones como el tiempo de conexión, la duración de la llamada, el tiempo de que se dispone para ir al baño, la constante sensación de estar siendo grabado y escuchado, etc. generen altas presiones en los trabajadores, quienes muchas veces terminan sufriendo problemas como el estrés crónico, la ansiedad generalizada, el agotamiento emocional, el cansancio extremo, y hasta cuadros depresivos graves que requieren tratamientos psicológicos y medicación. Además, es muy normal que los trabajadores sometidos a este tipo de condiciones padezcan trastornos del sueño, tensión muscular, úlceras y desórdenes gástricos.
La característica principal de esta enfermedad es que la persona que la sufre pierde las particularidades que definen su personalidad, es decir, que una persona que se caracterizaba por su entusiasmo y alegría a la hora de ir a trabajar se convierte en un ser apático y sin vitalidad. Existe un sentimiento muy acentuado de baja realización personal. La profunda fatiga y frustración son también rasgos característicos del síndrome del “burn out”.
La mayoría de los jóvenes renuncia luego de algunos meses en ese trabajo infernal, donde deben soportar humillaciones, seguimientos, incertidumbre sobre el monto a cobrar y hasta afecciones a su salud. “Sufrí problemas de audición, dolores de cabeza y mareos, debido a que, durante seis horas estás con la ‘vincha’ puesta (un auricular con un micrófono que permite escuchar la llamada y comunicarse con un cliente) atendiendo los llamados. Una compañera sufrió de ataques de pánico. Pero también hay que destacar las constantes situaciones de presión psicológica por parte de los supervisores, sumadas a las humillaciones”, recordó una trabajadora.
Para acceder a un bono que incremente el exiguo sueldo, los trabajadores deben atender al menos doce llamadas por hora, impedir que la llamada se extienda por más de 310 segundos, y obtener la venia de los auditores que escuchan y calfican la labor del “agente”.
“Los auditores realizan reportes sobre nuestro trabajo. En esos informes figura quiénes no cumplieron con el TMO y realizan un ranking de los peores en TMO y te envían a un sector llamado terapia intensiva.”
El edificio, en su interior, tiene la forma de peines; en uno de los ‘dientes’, a la entrada, está señalizada la zona de terapia intensiva. Este lugar tiene tres variantes, marcadas por colores: verde para la zona alta; amarillo, para la zona media; rojo para la zona de alto riesgo. En ese sector se encuentran los “agentes críticos”, ante la vista de todos sus compañeros y bajo la atenta mirada de un supervisor, un empleado de la misma o menor edad que el “enfermo”.
El supervisor debe “incentivar” al agente para que pueda producir lo que le exige la empresa. “Fuimos testigos de maltratos para con ellos. Algunas veces les niegan los break y tienen que estar las seis horas atendiendo las llamadas”, manifestaron los trabajadores.
Entre las seis horas de trabajo, los empleados disponen de dos espacios de 15 minutos cada uno, llamados break. “Si querés tomarte los dos descansos seguidos, no serán de 30 minutos, sino de 25. Algunos días estás lleno de trabajo y te permiten un sólo break.”
Otra situación de “alto riesgo” se da cuando la naturaleza hace su llamado. “Si te dan ganas de ir al baño, sólo tenés siete minutos, pero en las seis horas”. Un agente de un call center cuenta cómo vio a una estudiante “haciéndose pis encima para no perder una llamada, por miedo a pedir permiso para ir al baño”.
Por causas desconocidas, los trabajadores figuran como empleados de comercio. “Nosotros deberíamos estar catalogados como empleados telefónicos, por lo que no nos corresponde el sector comercio”, manifiestan.
La diferencia es que cobran la mitad que un empleado telefónico.

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