Cantera Popular

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jueves, 22 de noviembre de 2012

LEANDRO NICÉFORO ALEM


Nació en Buenos Aires, el 25 de Febrero de 1844.
'Temperamento impetuoso, inteligencia despierta y corazón romántico, en su juventud, de estudiante, se destaca por su carácter y sus condiciones excepcionales.
En 1869 egresa de la Facultad de Derecho de Buenos Aíres distinguido entre todos sus condiscípulos, que fueron después ciudadanos de alta actuación en la República. A ese año se le llamó en el ambiente universitario "de fierro" por el conjunto de graduados que después sobresalieron y en cuya nómina figuró el doctor Alem.
Su tesis llamó la atención por la profundidad de las teorías que expuso y la limpidéz de su estilo rotundo y terso. Versó sobre el tema: "Estudio sobre las obligaciones naturales".
Lanzado a la candente arena política, parte luego como ayudante del general Paunero a la guerra del Paraguay, interviniendo en todos los combates en que actuaron las fuerzas de Buenos Aires con singular bravura y denuedo. En uno de ellos fué herido. Ocupa después el puesto de secretario en la delegación argentina en Asunción del Paraguay y más tarde en la de Río Janeiro, donde se conquista simpatías y renombre.
Miembro de la legislatura de la Provincia de Buenos Aires, fué también diputado y senador nacional en varias épocas resonantes, en la que su personalidad se acentúa con contornos de apóstol de grandes ideales de libertad.
En 1880 en la Legislatura de la Provincia en largas sesiones que comienzan el 12 de Noviembre y terminan el 22 del mismo mes, el doctor Alem pronuncia un discurso sobre el proyecto de federalización de la ciudad de Buenos Aires, que es honra de la oratoria y la elocuencia argentina, por la versación que reveló en derecho constitucional. En esa notable pieza expone sus puntos de vista sobre dicho problema, con decisión y energía, que fueron siempre su característica a través de su fecunda labor cívica y política.
En 1890, al frente del glorioso movimiento revolucionario que tuvo como punto céntrico el cuartel del Parque de Artillería, en la Plaza Lavalle, de la metrópoli argentina, el doctor Alem surge definitivamente como un símbolo redentor de la democracia argentina.
Tribuno, pensador, poeta, sensible a las hondas emociones acrisoladas en su alma recta, sufre destierros, persecuciones indecibles y se inmola el 1° de Julio de 1896 en esta capital, ante el estupor y el dolor de todo el país.
"El deber no se cumple sino haciendo algo más de lo que el deber manda", esta fué una de sus máximas austeras y espartanas.
"Había divisado desde lo alto de la popularidad la tierra prometida, y auscultado la pasión por la libertad, y el anhelo invencible del pueblo por avanzar en el gobierno de sí mismo, compendiado en el libro sagrado: la Constitución. Estaba transfigurado. Saulo se había convertido en el camino de Damasco. No descendería de la montaña sin las tablas de la ley. Desde entonces cambió su aspecto: el antiguo chambergo fue sustituido -acaso porque lo monopolizaba Mitre- por la solemne galera de felpa; y la habitual levita negra, por un saco largo, a guisa de vestimenta sacerdotal. No recortó más el bigote y la pera enormes, tan emblemáticos de su hombradía". Juan Balestra, al referirse a Alem, protagonista de la generación del 90.
Los restos de Alem reposan en el monumento a los caídos en la Revolución de 1890, en el cementerio de la Recoleta. Su figura austera y de dimensiones mitológicas han calado profundo en el alma de los argentinos, y desde el lugar preponderante que ocupa en nuestra historia, sabe iluminar los pasos de quienes pretenden ser ciudadanos íntegros. Porque el modelo que él dejó a la posteridad, es el del político honesto y el héroe silencioso, el modelo de prócer que legó tanta posteridad republicana que siempre estaremos en deuda con su memoria inmortal. 

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