Cantera Popular

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miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL RUSO SERGIO KARAKACHOFF



Las palabras de FEDERICO STORANI publicadas en septiembre de 1976 en el periódico "En Lucha" reflejan lo que sentimos por "EL RUSO", por eso las tomamos como nuestras para rendirle homenaje.
Cuando se pretende hacer la semblanza de una personalidad, generalmente se recurre a un gran acopio de datos biográficos, plagados de fechas y lugares comunes, que transmiten abrumadamente la imagen de una vida intensa pero no su contenido profundo. Cuando se trata de una personalidad política y más que eso, de un militante revolucionario, es deber de los revolucionarios ser fieles custodios del contenido de sus ideas y divisores de su pensamiento. Es difícil calcular matemáticamente cuánto más de esfuerzo y sacrificio se requiere para ser militante y permanecer en la sociedad que se quiere mejorar, humanizar. Pero mucho más difícil es imaginar a un timorato oportunista y entregado a vivir feliz y con la conciencia tranquila mientras la Patria está sometida. De este simple razonamiento nace el compromiso de los hombres de buena voluntad de los cuales este país, felizmente, tiene grandes reservas. Nuestro compañero Sergio Karakachoff desde siempre sintió este compromiso y lo asumió totalmente. Para ello puso al servicio de la causa de los desposeídos y la liberación de la Patria sus mejores armas: su aguda inteligencia y una férrea voluntad militante. Quienes militamos a su lado sabemos que con la palabra, el gesto o la sonrisa, tenía el don de llegar a lo más profundo, de captar el contenido del pensamiento y de elaborar vertiginosamente una respuesta. En otra persona, quizás estas virtudes se hubiesen perdido o agotado en la experiencia personal, pero en él sirvió para transmitirlos, dejando permanentes enseñanzas a quiénes lo rodeábamos. Porque Sergio, al entender cabalmente nuestra ideología, entendía perfectamente la necesidad de nuestra organización, de la discusión colectiva, y aportaba todo de sí para mejorarla y enriquecería. Era un compañero orgánico y disciplinado que, a pesar de estar en los niveles de dirección, mantenía la frescura de los primeros pasos. Esta actitud le permitió ganarse el respeto de todos y poseer una capacidad creativa indispensable para una organización como la nuestra. Como todo militante cumplió distintas etapas que, en caso particular, están signadas por una nota común: en todas ellas se destacó por su gran madurez de razonamiento. En la universidad y en el radicalismo dejó huellas por las cuales se puede transitar con claridad. Frecuentemente se mide a los hombres a su muerte por el dolor que causa su desaparición entre los allegados, amigos y familiares. Queremos, en este caso, dejar de lado el profundo sentimiento de quiénes lo conocieron o estuvieron a su lado con los suyos -lo que es obvio- y mantener la imagen que nos da la verdadera talla de nuestro compañero: el respeto de sus adversarios y el temor de sus enemigos. Una vida comprometida necesariamente implica la permanente toma de posiciones: o se lucha por una educación al servicio del pueblo y sus necesidades o se avala la educación, supuestamente neutra, elitista y aristocratizante, o se trabaja por un radicalismo militante que de respuestas a las aspiraciones del pueblo o se lo deja morir lentamente sabiendo que con él se muere una posibilidad real de aportar en la lucha por la liberación de la Patria. En la Universidad o en el Partido estas definiciones tuvieron en Sergio a un abanderado, no a un crítico meramente reflexivo sino a una voz sonora, clara y arriesgada, que impone respeto entre sus adversarios y temor entre sus enemigos... los enemigos del pueblo. En su vida privada y profesional también fue un ejemplo - como no podía ser de otra manera - porque los revolucionarios no dividen su vida en partes. Fue un fiel defensor de los derechos humanos en cada ocasión que le tocó actuar como ahogado, prefiriendo arriesgar su seguridad personal antes que violentar su conciencia. Compañeros: para un militante no hay nada que produzca mayor satisfacción que tener conciencia de por qué y para qué se lucha Esta conciencia es la que renueva las fuerzas y da voluntad para seguir. Sergio Karakachoff sabía para qué vivía y también sabía para qué moría. Este no es un simple consuelo; es la reafirmación de que vale la pena correr el riesgo cuando hay un profundo convencimiento. Su vida ejemplar como militante del radicalismo es la que debe perdurar en nuestra memoria. Su voz en las asambleas, su palabra en las reuniones es la que seguirá oyendo mientras viva un militante de la Juventud Radical. Ya hemos asumido un compromiso militante; la muerte de Sergio lo fortalece y renueva. Si él viviera nos diría como el poeta: ... ten el tesón del clavo enmohecido que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo, no la cobarde intrepidez del pavo que amaina su plumaje al primer ruido Compañeros: se ha producido el primer "ruido", no debemos bajar los brazos.
BIOGRAFIA
Una de las características del Siglo XX, para la historia de nuestro país, ha sido la sucesión de golpes militares destinados a interrumpir procesos democráticos, con su perverso efecto de proscripciones, ilegalidad, corrupción, violencia, tortura, secuestros, muertes.
Uno de los golpes militares que más consternó a toda una generación, fue el de 1966 que derrocó a Arturo Umberto Illia del poder constitucional, cuyas sobradas muestras de austeridad, modestia, libertades públicas y eficacia han sido revalorizadas incluso por los más acérrimos detractores. Sergio Karakachoff que había nacido el 27 de Junio de 1939, en La Plata, Provincia de Buenos Aires, fue uno de los que, con mayor visión asumió el problema: recuperar el espacio popular que la democracia debía como respuesta.
Su fuerte convicción y militancia, lo habían ido preparando desde sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Rafael Hernández, dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, donde fundó y participó en el “Centro de Estudiantes Democráticos del Colegio Nacional”. Posteriormente cursó estudios superiores en la misma Universidad Nacional de La Plata, graduándose como abogado en 1965.
En esta última integró el Centro de Estudiantes de Derecho al que llegó a integrar a través de la agrupación “Unión” compuesta por militantes radicales, socialistas e independientes, la que sería más tarde el germen de “Franja Morada”.
También realizó estudios de periodismo en la misma Universidad y más adelante, producto de esa vocación editó “El Sureño” en la Ciudad de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires. Participó además en “Correo de la Tarde” un periódico argentino conocido y fue un destacado columnista del diario “La Calle” que clausuró la dictadura militar. Pero, tal vez fue el diario “En Lucha – Órgano de la militancia radical” donde se pueden encontrar sus más encendidas notas en defensa del sistema democrático.
La dictadura militar instaurada en 1976, lo encontró atento, preocupado, aumentando su abnegada militancia, actuando como profesional en amparo de presos sindicales en defensa de los derechos humanos y de la democracia como único camino. Por tal razón, fue víctima expresamente elegida de la dictadura. Su cadáver, después de su secuestro y tortura, el 10 de Septiembre de 1976 fue encontrado en las cercanías de su ciudad natal La Plata, junto al de su amigo – el dirigente socialista Domingo Teruggi (ex presidente de la Federación Universitaria Argentina, cofundador de la Franja Morada y ex presidente del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata) con el que compartía su estudio jurídico, ejerciendo su profesión principalmente en defensa de presos por causas políticas y gremiales.
Desde muy joven, afiliado a la Unión Cívica Radical, luchó por el ideario partidario en cada uno de los cargos que ocupó. Entre 1963 y 1964 fue secretario legislativo del Honorable Consejo Deliberante de la Municipalidad de La Plata, Convencional Nacional por su Provincia en 1972 y candidato a Diputado Nacional en 1973.
De sólida formación intelectual, excelente oratoria y carácter muy jovial, amante de la música ciudadana – nuestro tango – era un incondicional admirador del cantante Edmundo Rivero, un intérprete con un particular estilo, también lo apasionaba el fútbol y simpatizaba con el Club Estudiantes de la Plata. Pudo formar una familia junto a María Inés Arias – Marimé – de la que nacieron dos hijas: Matilde y Sofía, y por cualidad personal y heredada, fue excelente padre e inmejorable hermano de Gustavo, Diego y Carlos Karakachoff.
Con la palabra como arma invencible, visionario como pocos en su tiempo de la situación política argentina, defendió las libertades públicas, pagando con su propia vida.
Sergio o “el Ruso” como lo llamaban sus amigos, no hubiese elegido terminar como mártir, probablemente para él había que luchar desde la convicción, para no terminar como aquélla frase del célebre Bertold Brecht: “Desgraciados los pueblos que necesitan héroes”.

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