Cantera Popular

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lunes, 13 de mayo de 2013

ÚLTIMO DISCURSO DE ARTURO ILLIA




5 de setiembre de 1982, en la Ciudad de Córdoba
 Partidos políticos
"Para organizar un pueblo en democracia se necesitan partidos políticos. Hay que hacerlos con mucho sacrificio, desafiando inevitables vicisitudes, y de abajo para arriba, con hombres y mujeres que se dejen acerar el espíritu. Un partido político debe ser hecho también con los errores propios. Los fracasos son, a veces, los que más importan. Se aprende más del error que del éxito.
Un partido político debe defender, en vez de los intereses de un sector, el interés de tantos sectores como sea posible: eso que llaman el interés general. Un partido político debe recordar asimismo que si se dedica a mantener artificialmente algo que ha sido superado, deja de ser actor. Se convierte en un defensor de hechos o doctrinas del pasado. Un partido político tiene que enseñar a desconfiar de una democracia donde el Presidente de la Nación es el personaje más importante del país. Hay que desconfiar de una democracia donde el Presidente dice lo que se le antoja; o donde el Presidente afirma, todos los días, que va a hacer la felicidad del pueblo, que va a resolver él todos los problemas de los argentinos. La democracia no se compadece con el que pide confianza en él, en su capacidad o en la supuesta ayuda que recibirá para solucionar personalmente los problemas de la República".
 La Justicia
"En una democracia es necesario descentralizar responsabilidades, aumentar los poderes de las provincias, aumentar los poderes de los municipios, dar más oportunidades de participación.
En una democracia, sin embargo, el Poder Judicial debe ser más importante que el Ejecutivo.
En una democracia moderna, los partidos políticos deben ser los pilares del sistema, pero los personajes centrales no deben ser los políticos. Desde el punto de vista político, como garantes de la democracia, los actores principales son los jueces".
El Estado
"El Estado no debe estar al servicio de sí mismo, sino de la Nación. Para esto debe abrir las puertas de nuestra economía. Pero la Nación debe beneficiarse de la capacidad de realización que existe aquí mismo, dentro de la República, y de lo que venga de otras partes del mundo trayéndonos el cambio.
El Estado no tiene por qué hacerlo todo. El Gobierno no debe controlar todo el país. Debe, sí, ejercer controles e intervenir y dirigir para evitar una organización no funcional de la economía y debe, también, ejercer control sobre el futuro, sobre el planeamiento. Pero, para esto, el Gobierno tiene que estar a su vez controlado por la Justicia".
La economía
"Una organización funcional de la economía es aquella que, no por generosidad, no por compasión, procura sustentar e incrementar el poder de compra de la mayoría. No se va a desarrollar ninguna industria, no se va a estabilizar la economía, si el 80 o el 90 por ciento de la población no aumenta su poder de compra.
En esta nueva era en la que se planifican continentes, nosotros no podemos pensar sólo en la Argentina como nación. Debemos pensar en la Argentina como parte de Latinoamérica: crear una zona de comercio libre, sobre la base de gobiernos democráticos. La Argentina necesita de gobiernos que comprendan lo que ocurre en el mundo, y que no improvisen. No hay tiempo que perder.
No pensemos que hay gente conspirando constantemente contra la Argentina. No estemos siempre a la defensiva. No es cierto que el mundo tenga sus ojos puestos en la Argentina, esperando el momento de arrebatarnos nuestras riquezas. Los de afuera solamente pueden interferir en nuestros asuntos si tienen, aquí adentro, quien les abra la puerta para eso. Si somos capaces de proteger el interés nacional, si tenemos gobiernos resueltos a esa protección, nadie puede imponernos sus puntos de vista. Estudiemos la época que vivimos. Los fantasmas se ahuyentan con la acción".
Hagamos política valientemente
"Todos somos culpables, y cuando todos son culpables, nadie lo es. Esta Argentina no es el país que queremos. Cada uno de nosotros ha arrojado, por lo menos, una piedra para destruir, lo que tuvimos y lo que pudimos tener. En este punto, nadie es del todo indemne.  Pero no hay que tener miedo a la ley, que es la única autoridad no autoritaria. No nos tengamos miedo entre nosotros: luchemos -y no lo digo con soberbia generosidad- luchemos con sentido de responsabilidad. No nos quedemos con odios, pues no son buenos ni el odio ni el temor. “Hagamos política valientemente"

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