Sin duda desde 2003 Argentina vive un proceso de transformación
político-social que socava las instituciones republicanas establecidas en la
Constitución Nacional. Tal proceso tiene su fundamento en el pensamiento
filosófico-político en el que el gobierno se apoya, llamado populismo, con
sustento en el ideario de uno de sus mayores impulsores en el ámbito
intelectual, Ernesto Laclau.
Laclau –argentino, habitante de Londres- sostiene que el populismo
tiene su lógica. En su obra “La Razón Populista”, expresa que el populismo
responde a la lógica de las identidades colectivas y constituye una lógica
social. Afirma que es un modo de construir lo político, donde todas las
singularidades sociales tienden a agruparse alrededor de algunos de los dos
polos, a los que siempre se arriba como consecuencia de las dicotomías
antagónicas que la realidad social a lo largo de la historia ha demostrado.
Ej.: Pueblo vs. Oligarquía, Masas Trabajadoras vs. Explotadores.
Crítica y preguntas
Se le critica que el populismo tiende a simplificar el espacio político
al reemplazar una serie compleja de diferencias entre los individuos y grupos
sociales por una cruda dicotomía cuyos dos polos son necesariamente imprecisos.
En tal sentido pregunto: qué singularidades sociales confluyen en el polo
“pueblo” y cuáles no?, qué singularidades sociales desembocan en el polo
“oligarquía” y cuáles no?. Además, Laclau interpreta que el populismo incluye
el reclamo por la igualdad de derechos políticos y la participación universal
de la gente común, pero ello debe ir unido a cierta forma de autoritarismo bajo
un liderazgo carismático. En línea con esa postura obsérvese en América Latina
a los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba y Argentina;
países estos donde el “caudillismo” es vital a los fines del mantenimiento del
Poder para poder cumplir los objetivos populistas.
He aquí una contradicción del populismo. Cabe preguntarse: ¿una vez
fallecido el caudillo, es fácil reemplazarlo con otro caudillo líder
carismático?. Obviamente, no. Al fenecer el caudillo, una vez más el populismo
intentará reagrupar las singularidades sociales fomentando antagonismos. Un
dislate para la paz social, no?.
En una entrevista realizada a Laclau, relacionada a la implementación
del populismo en Argentina asevera “que cualquier proceso de transformación de
la relación de fuerzas no puede verificarse sin una reforma en las
instituciones”. Prosigue, “que desde el año 2003 hay una serie de medidas
legislativas que están produciendo un desplazamiento progresivo en la relación
de fuerzas entre grupos; esto debe concluir en una reforma constitucional”.
Remata sentenciando, “el orden institucional debe ser drásticamente
transformado” y que “quienes defienden el ideario institucional “viven en un
fetichismo institucional”.
Si se sigue el análisis populista se puede concluir que hay una parte
de la sociedad ubicada en uno de los polos que se atribuye la representatividad
legítima de la comunidad, puesto que se trabaja en una construcción social por
la cual la otra parte debe minimizarse a su máxima expresión posible. Es decir,
una parte se siente poseedora de la verdad absoluta en el armado de la
ingeniería social, pero siempre necesita polarizar a la sociedad para lograr
las metas populistas.
Gobierno e Iglesia
Vale destacarse un hecho reciente que puede graficar un tanto la
ilógica populista. El mismo es la actitud del gobierno con la Iglesia Católica
y Bergoglio en particular. Existía y existe una relación de tensión antagónica
con ambos. Al ser designado papa, Bergoglio es Francisco I, entonces las
singularidades sociales que agrupa el kirchnerismo mostraron sus fisuras y
diferencias corriendo el riesgo de ir hacia la heterogeneidad en esta materia
(léase por un lado a Horacio González, Verbitsky, D´elía, Cabandié y Estela de
Carlotto; y por el otro lado a Julián Domínguez, Recalde (h) y Larroque). Esas
identidades individuales o grupales que se dan en el kirchnerismo dificultan el
fin de representatividad de la comunidad. El interrogante es si Francisco I es
funcional a efectos de ampliar la representación de la comunidad. Creo que no
lo es, pero no debemos vacilar en cuanto a que los populistas harán todo lo que
esté a su alcance para que sí lo sea, intentando darle fusión a las
singularidades sociales que se diferencian hoy por hoy con este acontecimiento
papal. El “populismo K” tiene una encrucijada ideológica en este tema, procuran
reacomodar el discurso. Deberían tener problemas de conciencia, los tendrán?.
Interpreto que el pensamiento filosófico-político del populismo conduce
a la violencia e implica una espiral de autodestrucción del tejido social por
el cual los populistas luchan y se proclaman sus verdaderos custodios.
El populismo quiere darle existencia a un “deseo” que no tiene sustento
racional. La ley de causalidad es violada al querer consumir antes de producir,
no podemos comer una torta antes de hacerla y tenerla. Para que el “deseo” se
materialice, falsean la realidad para así conquistar el “Poder” de regir a los
individuos por la fuerza.
Debería comprenderse alguna vez en la historia de la humanidad, que el
hombre es un fin en sí mismo.
Antagonismos y heterogeneidad
La premisa de los antagonismos conlleva la idea de amigo-enemigo,
buenos-malvados. Opino, que las premisas aplicadas en los silogismos populistas
para llegar a la conclusión que el populismo tiene una razón (lógica) han sido
incorrectamente aplicadas. Siempre he considerado al socialismo un “error
intelectual”. Ahora bien, una cosa es un error intelectual y la buena fe que
debe impregnar una ideología, por errónea que sea. Otra cosa es tratar de
aplicar a cualquier precio una ideología, cultivando odio en los corazones para
fomentar antagonismos de dos polos para la conquista eterna del “Poder”.
Mi posición es que la heterogeneidad y las hermosas diferencias que
tenemos los humanos son la base de nuestras instituciones republicanas
plasmadas en la C.N. El sendero que indica la ley suprema para garantizar las
libertades individuales y los derechos establecidos en la primer parte de la misma,
tiene como norte la “Limitación del Poder” a través del equilibrio de los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Esa es la esencia de una democracia
institucional, no populista.
Son las reglas y los límites constitucionales los que nos deben regir, a
través de gobernantes temporales y no por gobernantes eternos.
Ansío que los seres humanos dejemos de sentirnos iluminados para
representar a sus pares sintiéndonos propietarios de la Verdad.