Máximo Kirchner está dispuesto a salir de la clandestinidad política en
la que vive para calzarse el traje de heredero. A contramano de su naturaleza
tímida y retraída y, por primera vez desde la muerte del padre (muerte que todavía
está procesando), el hijo de la Presidenta se está entrenando —con media
coaching incluido— para salir, gradualmente, a luz pública. Como dice un
operador del Gobierno, que lo ha visto en numerosas reuniones: “Si el
kirchnerismo pudiera gobernar en secreto, lo haría”. Y Máximo K, con su
silencio, se transformó en la expresión más extrema de ese culto al secretismo.
—El problema es que no existen los candidatos mudos, por eso, la idea es
instalarlo gradualmente —explica este mismo operador, que Cristina Fernández
“heredó” de su marido. Lo están sondeando en encuestas ordenadas por el
Gobierno, mientras que un sector del área comunicacional evalúa la conveniencia
de lanzar afiches callejeros para, en principio, mostrarlo como la cara visible
de un movimiento juvenil, que hoy se parece a una cofradía muda. Aún no hay
acuerdo sobre el tema de los afiches, que hace unos días era una movida segura.
—Es que “El Gordo” nunca quiso saber nada con la política; nunca le interesó.
El destino lo llevó donde está, y nada más. Si fuera por él, estaría metido en
la casa, o comiendo asado en el quincho de Olivos —asegura quien fue uno de sus
grandes amigos de la adolescencia, un joven santacruceño que lideró el centro
de estudiantes del colegio Guatemala, donde asistía Máximo, a quien todos sus
amigos, los viejos y los nuevos, lo llaman así, “El Gordo”. En aquellos años,
también codirigía el centro Virginia García, su actual cuñada y la más política
de las hermanas de Rocío García, su novia. Sin embargo, Máximo jamás se involucró
en la política estudiantil. A los 35 años, y acreditando el extraño récord de
ser hijo de una pareja de padres presidentes de inusitado poder, jamás ocupó
ningún cargo pudiendo haber ocupado cualquiera, desde que cumplió los 21. ¿Qué
cosas pasaron, entonces, para que cambiara tan radicalmente de idea? Primero,
fue la muerte del padre —y jefe político—, que lo forzó a cambiar de rol: dejó
de ser el “hijo de” para ocuparse de la custodia política y afectiva de su
propia madre. Después, vino la prematura caída en desgracia de Amado Boudou, en
quien Cristina —sin reelección, por ahora— había depositado todas sus fichas
para la sucesión. Y la frutilla del postre fue la aparición de Daniel Scioli
como candidato potable para el 2015. Coaching. Un dato “cuanti” terminó de
convencerlo: el de los encuestadores que trabajan frecuentemente para el
Gobierno: Roberto Bacman, Doris Capurro, Ricardo Rouvier y Artemio López. De un
integrante de ese cuarteto surgió un dato del que tomó nota: el hermetismo está
dañando su imagen y la de los jóvenes K, que gobiernan junto a su madre, sin
dar explicaciones. Hace un tiempo empezó sus prácticas para poder hablar en
público; su entrenamiento mediático lo hace con un equipo del que participa la
actriz Andrea del Boca, cercana al Gobierno, y algunos asesores políticos del
kirchnerismo. Revista Noticias llamó a Del Boca para consultarla al respecto y
le envió un correo electrónico, pero no obtuvo respuesta. —Es un cuadro
político —asegura el diputado Fernando “Chino” Navarro, el primero en lanzarlo
en los medios—. Maneja números sobre energía, exportaciones; asombra los datos
que tiene sobre la marcha global de la gestión. No se lo puede analizar en
términos convencionales porque sus padres nunca lo fueron —describe el número
dos del Movimiento Evita, una de las agrupaciones más poderosas del
kirchnerismo—. —En el Gobierno lo están inflando, pero al pibe no le da para
ser candidato a nada —tercia, un poco lapidario, un intendente del conurbano,
alineado con el sciolismo. Lo cierto es que Máximo empezó a meterse en
distintas áreas de la gestión, y su participación ya no se limita a ser el
consultor estrella de la madre. —Tengo que hablarlo con Máximo —suele decir,
cada vez más seguido, el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, cuando hay
que sacar a algún economista o intelectual en los medios estatales para
respaldar al modelo. Entonces, su respuesta es siempre práctica y binaria. “Sí”
o “no”, responde, sin argumentar mucho más. También parece haber quedado atrás
la fobia que le tenía a Buenos Aires: ahora se instala la mitad de la semana en
Olivos, y la otra en Río Gallegos. Fiel a la cultura de decir lo menos posible,
la mesa chica del Gobierno resguarda los detalles de la preparación del
heredero con el celo de un secreto de Estado. El primer paso en la estrategia
de “salida gradual” apunta al 2013. Consiste en lanzar la candidatura de Máximo
K a diputado nacional por Santa Cruz y, una vez en el Congreso, mostrarlo, más
institucionalizado, como líder de los jóvenes K. La Cámpora tiene, actualmente,
diez diputados nacionales propios. —Pero quién sabe si ganamos Santa Cruz, si
es una bomba de tiempo. Mirá si lo lanzan al pibe, y pierde… —reflexionaba el
último lunes, con bastante sensatez, un funcionario del Gobierno, mientras repasaba
los indicadores de una provincia desfinanciada. Los intendentes están con
dificultades para pagar los sueldos este mes, mientras que el gobernador,
Daniel Peralta, como su vice, Fernando Cotillo, están cuestionados, aunque por
distintas razones. Conocedor de la política provincial, el periodista Héctor
Barabino cuenta que no son pocos los que vaticinan una intervención federal,
mientras que La Cámpora fantasea con que Mauricio Gómez Bull (40),
vicepresidente de la Cámara de Diputados e integrante de la agrupación de
Máximo, podría quedarse con el principal sillón político de la provincia.
Confrontador como Néstor Kirchner, Gómez Bull no parece muy formado para esa
misión: además de haber protagonizado un par de bloopers en la Cámara de Santa
Cruz, su formación se reduce, según destaca en su facebook, a la escuela
deportiva de Araujo y Niembro. Belén García, otra de las cuñadas de Máximo, es
su asesora. De Michael a Sonny. —Los de La Cámpora lo está usando. Es
lamentable, pero es así. A partir del 2003, se fue alejando de los amigos de
toda la vida, que somos quienes verdaderamente lo queríamos. Y ahora tiene al
lado a éstos, que lo empujan a hacer lo que no quiere; que se aprovechan del
apellido —dice el mismo ex compañero de la secundaria, hijo de un destacado
político santacruceño. En verdad, todo el grupo de compañeros de la secundaria
de Máximo estaba integrado por hijos del poder: Daniel Roquel, hijo del
intendente radical Héctor Roquel; Sebastián Álvarez, hijo de un diputado
provincial del Frente para la Victoria; Mariano Salvini, hijo de “Pepe”, uno de
los secretarios de los Kirchner; Luis Gauna y Martín Reibel (su hermano menor,
Hernán, es vocero de La Cámpora). Los amigos suelen contar que, desde su
adolescencia, Máximo siempre fue igual: si se juntan más de cinco personas a su
alrededor, se queda callado. —Si se ponía de punta con alguien, no lo invitaba
al próximo asado, y así te enterabas de que estaba enojado con esa persona. En
el colegio, era de los que fogoneaban el quilombo, pero después se escondía
—recuerda otro amigo de ese grupo. Solo se relaja y logra ser él en aquellos
lugares donde se siente totalmente seguro: en el mano a mano, con los pibes de
La Cámpora, con su novia Rocío, a quien conoce desde la adolescencia, o
pescando en los lagos del Sur con “El Cuervo” Larroque. Con Larroque,
secretario general de La Cámpora y ahora diputado nacional, habla con total
fluidez. Ambos disfrutan, caña en mano, de largas charlas a solas sobre los
avatares del proyecto K. Un dato: ningún dirigente que lo haya escuchado hablar
en público —donde no hilvana grandes discursos, sino frases cortas y simples—
puede recordar algún concepto relevante. Tampoco hay en el discurso (limitado)
de Máximo vestigios de Néstor Kirchner, ni de su madre: no sesea, tampoco
grita. Su hablar es, más bien, tranquilo, pausado, para adentro, como un típico
muchacho del interior. En la saga de “El Padrino”, Michael Corleone no quería
hacerse cargo de la herencia familiar; menos del trabajo sucio. Porque, para
eso, estaba el sanguíneo Santino, su hermano mayor, apodado Sonny. “Como
Michael, Máximo nunca quiso ser Sonny, pero la vida lo está empujando”, fue la
imagen que usó un joven funcionario cercano a La Cámpora, sobre el giro
copernicano del hijo de Cristina. Y tal como le sucedía al principio al tímido
Michael, en “El Padrino”, Máximo también fue incorporando los rituales de su
papá, a medida que fue procesando el cambio de rol. Por ejemplo, secretea con
Dante “El Canca” Gullo, del mismo modo que lo hacía Néstor: lo rodea con su
brazo y se lo lleva a hablar aparte, en medio de las reuniones.
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