El escritor británico George Orwell pensaba que “el lenguaje político
está diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas”. En su novela
1984, un dictador omnipresente llamado Gran Hermano vigila todos los actos de
sus ciudadanos con su Policía del Pensamiento.
Su principal instrumento para construir poder político es la
manipulación del lenguaje, eliminando palabras o falseándolas en sus
significados. Cree que, al controlar la lengua, puede construir una realidad
ficticia. Incluso reescribiendo la historia.
Nada describe mejor lo que está sucediendo desde hace tiempo en nuestro
país.
Desde las palabras se exalta la última década como ganada, cuando en la
verdad de los hechos fue desperdiciada y robada. Tanto en ilusiones como en
logros jamás alcanzados. Otra década democrática de retroceso y caída que se
perdió.
Se comenzó por falsificar la realidad desde las estadísticas públicas,
fraguando la inflación nacional y, con ella, la desocupación, pobreza,
indigencia y crecimiento. Incluso, se sigue afirmando que se puede comer con $6
por día. En el 2001 pagaban el impuesto a las ganancias el 9,7% de los
asalariados; en el 2013 este gravamen alcanzará al 30%. La carga impositiva es
regresiva, típica de una política económica ultraliberal.
Se destaca que el “modelo” invirtió más que nunca en educación, pero
hoy Argentina ocupa el sexto lugar en América latina en dicho rubro. Se pasó de
anunciar ostentosamente el proyecto del Tren Bala, a las tragedias de Once y
Castelar con muertos y heridos; pese a los multimillonarios subsidios que han
recibido sus concesionarios. Se advirtió que iba a haber “traje a rayas para
los evasores”, pero se han promovido normas de blanqueo impositivo; además de
facilitar el lavado de dinero ilícito.
Se aumentó exponencialmente la inversión en inteligencia militar y del
personal dedicado a esas tareas (¿para espiar a quién?), mientras nuestras
Fuerzas Armadas carecen de recursos básicos. Se promovió desde el primer día de
la década la reivindicación de los derechos humanos. Sin embargo se impulsó
desde el Gobierno la ley antiterrorista que criminaliza la protesta social y
sindical.
Se re estatizó la mayoría accionaria de YPF, esgrimiendo la soberanía
hidrocarburífera, pero luego se firma un contrato leonino de concesión con la
estadounidense Chevron.
En el ámbito aeronáutico. Tanto Aerolíneas Argentinas y Austral, como
FADEA SA –re estatizadas, son muestras elocuentes del total fracaso del
“modelo”, y de que la década no fue ganada en ninguna de las tres empresas, sino
robada en las enormes e irrecuperables posibilidades de progreso perdidas.
Subsidios estatales y pérdidas operativas siderales, reiteradas
promesas empresariales incumplidas, falta total de inversiones productivas
acertadas y pésima gestión corporativa y técnica. Con el agravante en FADEA SA
de que “el modelo nacional, popular y progresista”, hostiliza mediante inaudita
violencia laboral e institucional, a los trabajadores afiliados a APTA y sus
representantes gremiales. No se pueden violentar las palabras con tanta
alevosía y esperar impunidad. Las palabras son inescindibles de nuestra
humanidad. Cuando las mancillan, nos mancillan a nosotros. Y como si esto fuera
poco, cada día hay más pruebas irrefutables de que la corrupción se expandió
con impudicia dentro de todo “el modelo”. Sus beneficiarios, esa secta de
funcionarios y empresarios amigos del poder, son los auténticos ganadores de
esta nueva década saqueada al pueblo argentino.
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