Desde 2003 hasta mediados de 2008, el kirchnerismo soñó con que era
capaz de controlar a Clarín, tal como en los ’90 había hecho con la información
que se publicaba en La Opinión Austral, el histórico diario santacruceño. Si no
era posible comprar al “gran diario argentino” a través de Rudy Ulloa Igor
(quien ofertó mil millones de pesos en 2008), al menos debía mantenerse un
nivel de influencia suficiente como para poner y quitar información del
matutino liderado por Magnetto. Eran las épocas en que Alberto Fernández tomaba
café semanalmente con Jorge Rendo, el director de Relaciones Externas del Grupo
Clarín, y Néstor llamaba también todas las semanas a la redacción del diario, procurando
editar al periodismo.
Pero durante el conflicto con el campo, las cosas cambiaron radicalmente:
el kirchnerismo entendió por fin que Clarín no era La Opinión Austral, que la
nación no era Santa Cruz, y que Magnetto no era el ladero Ulloa. Abandonar las
pretensiones de ser titiriteros del Grupo Clarín importó entonces redefinir
objetivos y estrategias. Fundamentalmente, por un lado se necesitaba concebir
un “relato” atractivo de la realidad, vale decir, una fantasía que tuviera
aquello que es necesario para generar adhesión masiva al gobierno; y por el
otro, urgía montar una espectacular maquinaria de difusión de ese relato tan
poderosa como para suplir lo que con Clarín se había perdido o, más
precisamente, no se había logrado. De lo primero se encargará Carta Abierta,
cuyo nacimiento no por nada data de mayo del 2008. De lo segundo se encargará
“la caja”, es decir, el erario público que financiamos todos los argentinos
cuando pagamos impuestos.
Este proceso que sintéticamente hemos descrito, tiene su
correspondencia en los números (al menos los que se han blanqueado), que hablan
por sí solos. En 2003 –su primer año de gobierno– el kirchnerismo gastó 46
millones de pesos en pauta oficial; en 2004, el guarismo trepó a los 100
millones; en 2005, la cifra fue de 127 millones; en 2006, creció a 210
millones; en 2007, se elevó a 322 millones; y en 2008, el año de la ruptura con
Clarín, el gobierno llegó a gastar nada menos que 400 millones de pesos en
pauta oficial. Con el inicio de la guerra mediática, los números se dispararon
todavía más: en 2009 se gastaron 829 millones de pesos que, si se le suma el
gasto de la estatización del fútbol, asciende a 1429 millones de pesos. Estamos
hablando de un crecimiento del gasto en propaganda por encima del 3000%
respecto del año 2003, cuando el matrimonio presidencial llegó a la Casa
Rosada. Los guarismos evidencian que, desde el comienzo, hubo en el
kirchnerismo un marcado interés por controlar la comunicación social a través
del financiamiento estatal de medios que, al iniciarse la disputa con el Grupo
Clarín, se disparó exponencialmente.
En el año 2010, sin contar los millones invertidos en Fútbol para
todos, el gobierno gastó 655 millones de pesos en pauta oficial. El número es
algo menor al de 2009, por una simple razón: aquél fue año de elecciones
legislativas. En 2011, año de elecciones presidenciales, el kirchnerismo pasó a
gastar 771 millones en publicidad oficial. En 2012, después de haber sido
reelecta Cristina Kirchner, el gasto descendió levemente a 754 millones de
pesos en concepto de propaganda gubernamental, a pesar de que inicialmente se
dijo que la partida sería de 493 millones. Para el año que corre (2013), se
fijó 621 millones en pauta oficial, pero en virtud de la experiencia del año
pasado, no se descarta que la cantidad crezca exponencialmente cuando estemos
más cerca de las elecciones legislativas.
¿Cuál es el número final del gasto en propaganda política del gobierno,
desde el 2003 hasta nuestros días? En total, el kirchnerismo gastó 4.835
millones de pesos en difundir su relato beneficiando a medios adictos y
adiestrando a los que necesitan de la pauta oficial para sobrevivir. La
arbitrariedad en la distribución de la propaganda es bien conocida, y el hecho
de que más que información de interés general se transmitan mensajes de
naturaleza proselitista, también. Los obedientes legisladores oficialistas, no
por nada, se han encargado de cajonear todos los proyectos tendientes a regular
la propaganda estatal, al tiempo que se llenan la boca hablando de
“democratizar el espacio mediático”, incurriendo en un contrasentido
manifiesto.
Ahora bien, al número al que hemos arribado debemos sumarle lo
invertido por el kirchnerismo en la construcción de esa monumental maquinaria
de adoctrinamiento político llamada Fútbol para todos, cuya potencialidad
reside en el hecho de llegar a millones de argentinos, sin distinciones de
carácter social, geográfico o etáreo. ¿Qué cantidad de recursos económicos
significó este circo populista? Hasta finales de 2012, el gasto total fue de
4.773 millones de pesos, guarismo que se obtiene al sumar gastos de derechos de
televisación, gastos de producción y pérdida por publicidad no cobrada (toda la
publicidad es estatal desde 2010, por orden de Néstor Kirchner). A eso debemos
adicionar la partida de 1.201 millones que figura en el Presupuesto del año
2013, lo que nos da un total de 5.974 millones de pesos financiados con el
dinero de todos los argentinos entre el año 2009 y el 2013.
Finalmente, si sumamos el gasto de Fútbol para todos al gasto de pauta
oficial entre 2003 y 2013, podemos concluir que el kirchnerismo ha dilapidado
por lo menos 10.809 millones de pesos en la difusión del relato. Va de suyo que
esta conclusión es parcial; es la hipótesis de mínima, puesto que sólo
contempla aquellos números que han sido blanqueados por el gobierno. ¿A cuánto
ascendería el despilfarro si tuviéramos en cuenta las partidas de dinero no
blanqueadas?
La gran paradoja de esta historia es que el relato “nacional y
popular”, al final de cuentas, fue financiado con el dinero de todos los
argentinos que –por ahora pacífica y casi indiferentemente a diferencia de
Brasil– observan cómo un gobierno incurre en gastos obscenos para adoctrinar al
pueblo, mientras los trenes sin frenos chocan, los jóvenes dejan el colegio,
los hospitales se caen a pedazos, el desempleo crece, la inflación se dispara
y, en general, la economía se viene abajo.
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