La orden de detención sobre Ricardo Jaime no es un tema menor. Se trata
de uno de los principales alfiles del intrincado ajedrez de corrupción
institucionalizada que implementaron Néstor y Cristina Kirchner, desde el año
2003. Ni siquiera es como Boudou, un advenedizo que llegó por algunas
debilidades sentimentales de esas que terminan cambiando sudor por cargos;
Jaime es del palo más genuino, pieza clave de la banda que vino desde Santa
Cruz. Jaime preso es como De Vido preso, o como Kirchner preso.
Fue clave en los negociados con las empresas españolas y el pedido de
coimas de parte de Néstor Kirchner, tal como se detalla en los mails del
segundo de Jaime, Manuel Vázquez, oportunamente publicados en el diario La
Nación.
Fue asimismo el nexo de años entre los Kirchner y el grupo Cirigliano,
concesionario de transportes de cabecera, al que muchos señalan como directo
asociado al matrimonio presidencial.
Secretario de transporte durante 6 años, más de la mitad de la década
ganada, condujo un área clave que se
dedicó a colectar fondos para la corona despreciando el ejercicio de contralor
oficial en la relación entre el estado y las empresas concesionarias. Jaime
reportaba directamente a Néstor Krichner. No es un dato menor.
Ricardo Jaime es, probablemente, el más adecuado ejemplo para ilustrar la
frase "la corrupción, mata".
Algunos elaboran las tradicionales teorías conspiranoicas acerca de que
el pedido de detención se trata de una movida electoral de Cristina Kirchner.
La realidad es que no hay forma de que esto no golpee al gobierno kirchnerista.
Lo golpea y lo sacude de forma atroz.
En tiempos en que el poder real se le va escurriendo de entre las
manos, a la presidente, casi de manera cotidiana, la justicia también necesita
despegarse de la nave escorada del kirchnerismo. Sostener a Jaime en libertad,
con la multitud de causas que lo involucran, ya se tornaba una tarea titánica
para cualquiera.
Se le ha dictado el pedido de prisión a uno de los personajes centrales
del formidable negociado de la corrupción del gobierno. A uno de los que conoce
al mínimo detalle el entramado de la inédita corrupción del matrimonio
Kirchner.
Por estas horas no se sabe dónde está. Lo buscan en Puerto Madero y
también en Córdoba. Alguien dijo que está en los Estados Unidos y no quiere
presentarse por falta de garantías. El reo pide las garantías que, por su
desdén y por su corrupción, no tuvieron las víctimas del Tren de Once.
La realidad es que si Jaime se presenta detenido, la foto golpeará al gobierno
de CFK de forma cruel.
Pero si se mantiene prófugo, rememorará una de las inolvidables
payasadas populistas de los setenta. Aquél "Yo me borré", copyright
del inefable compañero Casildo Herreras.
De ser así, entonces habrá que
comenzar a pensar que la epopeya histórica del kirchnerismo ya entró, lisa y
llanamente, en una fase que siempre estuvo dentro de las posibilidades. La de
la fuga.
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